Los futbolistas engañan al árbitro, tratan de hacer trampas, aunque vigile el VAR, intentan trolear a sus rivales. Y trilearlos también, ¿debajo de qué cubilete está la pelotita? Solo hay una excepción: los calambres. Cae un futbolista tieso con la pierna estirada y aparecen amigos y rivales a remediar la dolencia, como si todos los jugadores del mundo fueran voluntarios de calambres sin fronteras. Uno opera, los demás rodean al caído y al enfermero, brazos en jarras, y observan la maniobra. Luego regresan al troleo, al trileo, a la trampa o la actuación estelar si cabe.