El anatema de defender la tauromaquia

El anatema de defender la tauromaquia

De nuevo está en el foro la cuestión de la tauromaquia, polarizando a los ciudadanos como en otro tiempo lo hacían cuestiones sociales o religiosas. El debate hoy se ha sofisticado y se inserta directamente en uno más universal, a saber, el de las consecuencias éticas a extraer tras la constatación científica de un alto grado de homología entre la especie humana y otras especies animales. Asunto filosófico, con muchos vericuetos y que, entre otras cosas, polariza a quienes (herederos de Kant) sitúan la base última de la moralidad en la prohibición de instrumentalizar a los seres humanos, por ser portadores de razón y lenguaje, frente a quienes (fieles a Jeremy Bentham) sostienen que el criterio para prohibir la instrumentalización de un ser no es su capacidad de hablar y razonar, sino meramente su capacidad de sufrir. En los foros académicos el debate teórico alcanza gran acuidad, pero la prudencia en los posicionamientos es de rigor, dada la conciencia de que el problema de base (en qué medida el lenguaje sigue suponiendo una diferencia irreductible) no está resuelto, y de hecho no se sabe si es resoluble en términos de estricta objetividad.

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