Sánchez encrespa la ola del fango político

Sánchez encrespa la ola del fango político

Pedro Sánchez está dispuesto a demostrar a diario que la voluntad ya exhibida estos años de mandato de polarizar a la sociedad y de alentar la confrontación entre españoles se ha convertido en el motor principal, puede que único, de la legislatura para alcanzar la meta exclusiva que es cancelar la alternancia democrática que le permita perpetuarse en la hegemonía. El presidente ha vuelto de su retiro teatral con las ideas y las convicciones reafirmadas sobre la apuesta por la democracia bolivariana a la que aspira en línea con sus aliados del Grupo de Puebla y el Foro de Sao Paulo. La estrategia de la tensión se consagró en la comparecencia en la que rubricó que, por su puesto, su espantada de cinco días no era otra cosa que una maniobra preparatoria del ajuste de cuentas con la justicia y los medios de comunicación independientes, sin descartar la purga a nivel interno de aquellos que se manifestaron con planes propios y dispuestos a heredar el vacío tanto en Moncloa como en Ferraz. A la carta señuelo de hace siete días, le ha seguido otra dirigida a la militancia con ocasión del 145 aniversario del PSOE. Sánchez ha reincidido en el guion del relato con el que pretende engañar a los ciudadanos: «Ponen en marcha la máquina del fango, alentada por la derecha y la ultraderecha, junto a páginas web y asociaciones ultraderechistas que fabrican bulos y mentiras, bulos que a continuación se propagan en tertulias y en las tribunas para después judicializar falsas denuncias, deteriorando gravemente nuestra democracia y nuestra convivencia». El presidente sacude el barrizal que su poderosísimo aparato de propaganda y sus medios afines han alimentado en un curso que parece ya de imposible vuelta atrás mientras no pase por la convocatoria de elecciones para dar la voz al pueblo, que es el auténtico depositario del poder soberano. Esa alternativa, que sería la única íntegra y moralmente admisible, además de su renuncia irrevocable, no figura entre sus planes, porque, obviamente, es muy consciente de que todas las convocatorias electorales bajo su liderazgo han testimoniado no solo la derrota, sino el desapego creciente de la gente. Sánchez tendría muy fácil testar en las urnas la veracidad de esos cientos de miles de expresiones de respaldo a su liderazgo, pero nunca arriesgará lo único relevante para él, Moncloa, el poder. Por el contrario, ha apartado a los españoles, como pretende desactivar los pocos equilibrios y contrapoderes que le restan a nuestro maltrecho estado de derecho. Gobernar para unos pocos contra la mayoría, segregar a todos esos millones de ciudadanos que no lo secundan, empujarlos tras un muro y cavar un foso con toneladas de fango, es una política de tierra quemada que involucionará contra la mano ejecutora más tarde o más temprano. Nada sólido y firme se construye sobre la corrupción y la mentira. Menos en democracia. El presidente podría haber acudido a los tribunales en defensa de sus supuestos derechos vulnerados. La impunidad es para los caudillos. Todos somos iguales ante la Ley.

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