Hubo un tiempo en que los aficionados del Barça acudían al Camp Nou con margen suficiente para ver el calentamiento de Maradona mientras los periodistas no se movían de la sala de prensa para escuchar a Menotti. Nadie había explicado mejor el fútbol antes que el Flaco ni jugaba como El Pelusa. El partido y el resultado ya eran una historia diferente que dependía del contrario, y entonces, en 1983 y 1984, el antídoto azulgrana era el Athletic del Clemente. Ambos eran la noche y el día y acabaron de mala manera en una vergonzosa final de Copa del Rey que supuso el adiós de Maradona y de Menotti y el triunfo de los rojiblancos, campeones también de Liga.