Dijo Coco Chanel aquella frase tan aguda como repetida: “Una mujer que se corta el pelo está a punto de cambiar su vida”. Puede que hayan pasado casi 100 años de aquella afirmación pero en este tiempo un corte de pelo drástico se ha convertido en sinónimo de rupturas, nuevos comienzos e incluso en una declaración política. La carga simbólica del cabello femenino que se sale del statu quo ha ligado su longitud al devenir de su portadora para convertirse ambos, pelo y mujer, en un imán para la controversia y en un desafío ante los convencionalismos. Lo dotaron de reivindicación primero mujeres como Angela Davis (que en los 70 hizo del afro una poderosa expresión de identidad racial), Grace Jones (que desafió en los 80 las fronteras de los géneros con aquel “flattop”), Sinead O’Connor (cuya cabeza rapada en los años 90 fue el complemento perfecto a su activismo) e incluso Britney Spears (cuyo afeitado craneal ante los paparazzi en 2007 fue el pico de la cultura pop y hoy un triste recordatorio de los dolorosos efectos que la sobreexposición mediática puede tener sobre la salud mental).
El pelo largo no es cosa de veinteañeras: cómo Demi Moore, Sienna Miller y otras actrices están desafiando el último veto de la belleza
