Dos circunstancias han marcado la vida hasta ahora de Enrique Aparicio (Alpera, Albacete, 35 años). Primero un deseo: quería, un día, escribir una novela. Y segundo, una realidad: era un chaval “maricón, gordo y de pueblo”, como se define a sí mismo en sus redes; tres trampas mortales para la autoestima que requiere amar y mandar manuscritos. De privilegios de clase mejor ni hablamos.