Israel, los «twelve points» que le debe Europa

Israel, los «twelve points» que le debe Europa

Aestas horas el festival de Eurovisión ya tiene ganador o ganadora, o incluso no binario, que también lo subrayaba la larga lista de participantes. Qué sopor. Lo del género, digo. Espero que haya triunfado el mejor, o sea, Israel, aunque me temo que no habrá pasado lo de Ucrania, que se hizo con la victoria nada más pisar las tropas de Putin el barro de aquella tierra algo ignota y difusa. Ucrania, sí; Israel, no.

España, la parte que vocifera, ha tomado partido. En lo político somos un potaje al que le falta un ingrediente. Sin dar asco, no apetece. Aunque es ver un camping de los que ha puesto cierta muchachada en los campus de las universidades y sentir ganas de potar. No es posible, me digo, que esta panda de sangre judía, que expulsaron a los judíos, a los que, según su esquema mental, habría que pedirles perdón por echarlos («del río hasta el mar») hace cinco siglos, como a los indios por ir a saludar, se convierta ahora en punta de lanza de un antisemitismo analfabeto. En la tranquilidad de la vieja Europa.

La escena tiene algo de la película «La zona de interés», en la que el campo de Auschwitz queda casi fuera de foco mientras vemos cómo transcurre la plácida existencia de unos burgueses venidos a más por asesinos y convencidos de la superioridad de la raza aria, como esta izquierda comelechugas se supone con la verdad absoluta. La población de Israel no fue atacada, es que va provocando. Los israelíes no sufren, son muñecos de goma. La empatía no se inventó para ellos. En Irán sí que saben lo que son los derechos humanos.

El terrorismo tiene buena prensa, según dónde se derrame su veneno. El culpable de todo siempre es el capitalismo. Hasta las pistolas que salían de las alcantarillas vascas causaron simpatía en algunas mentes podridas, y no me refiero solo a las de aquí, y que todavía piensan entre gusanos. En Occidente, Hamás ha realizado una campaña publicitaria insuperable sin necesidad de desplegar una gran valla en la Gran Vía o en los Campos Elíseos. Esos asesinos, que nos matarían sin pensarlo dos veces e impondrían una moral escrita en la soga del ahorcado, son jaleados como adalides de la paz, luchadores por los derechos de un pueblo sometido. Va a ser que al potaje le falta también el tocino, bueno, bien pensado, sobre todo el tocino. En qué estaría pensando este cerdo que escribe.

Por todo ello le debíamos los «twelve points» a Israel. Una manera de decirles: «Estamos aquí, tranquilos, no volverá a pasar».

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