La imputación por violencia de género de Alberto Fernández pone en evidencia a la izquierda

La imputación por violencia de género de Alberto Fernández pone en evidencia a la izquierda

Meses atrás, antes de dejar el poder y cuando vislumbraba abandonar Argentina una vez concluida su gestión presidencial, Alberto Fernández, hoy investigado por violencia de género, llegó a decir en una entrevista: «Felipe González decía que los expresidentes somos jarrones chinos, porque somos valiosos, pero no saben a dónde meternos». Desde hace unos días, el exmandatario denunciado por golpear y causar lesiones graves, además de amenazar a su ex pareja, se encuentra parapetado en su departamento de Buenos Aires sin recibir visitas de nadie. Cada día la prensa se encarga de ventilar su modus operandi durante su gobierno desde la Quinta de Olivos, donde según vídeos y listas oficiales recibía a damas de compañía en su despacho, algunas de ellas conocidas figuras de la televisión, a las que grababa; al tiempo que repartía golpes, insultos y amenazas a la entonces primera dama Fabiola Yáñez, según su testimonio.

Días antes de entregar el poder a Javier Milei, Fernández anunció su intención de afincarse en España y hasta llegó a decir que tres universidades le habían hecho ofertas como profesor. Se rumoreó entonces que incluso podría convertirse en asesor del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. De hecho, se radicó temporalmente en Madrid ya como expresidente junto a Yáñez y su pequeño hijo de dos años y medio. Y hasta allá, según la denuncia de la ex primera dama, se trasladaron también los golpes y las amenazas.

Sánchez no se ha pronunciado directamente sobre el caso de Fernández, pero sí ha tomado distancia del expresidente, con quien mantenía un vínculo de cercanía. Ha sido a través de la ministra de Igualdad, Ana Redondo, que el Gobierno de España ha respaldado a Fabiola Yáñez tras su denuncia. «Hay que ser solidarios con la ex primera dama. Estamos en contra de todas las violencias y, por supuesto, de esta especialmente porque eso tiene una repercusión global realmente importante», expresó Redondo.

La consternación y el repudio se ha extendido a nivel mundial. El Grupo de Puebla, que pretendía ser el refugio político internacional de Fernández, también se ha pronunciado: «La reciente denuncia en contra del expresidente de Argentina Alberto Fernández, nos sorprende y conmociona por su gravedad. Consideramos estas conductas no sólo repudiables e inaceptables, sino completamente contrarias a los valores fundamentales del progresismo». Un trago amargo difícil de digerir. Fernández fue observador del Grupo de Puebla en las elecciones de México. Es sabido, además, que la Universidad de La Rioja, donde Fernández había sido contratado, también está cortando lazos.

La Justicia tiene en su poder 175 páginas de chats sobre las presuntas palizas que recibía Yáñez. Se trata de escalofriantes comunicaciones que la víctima dirigía principalmente a la entonces secretaria personal de Fernández, María Cantero, donde le describe el infierno que vivía, sin que nadie la auxiliara. «Me pegó un día en la cara y tengo el ojo negro. No es una golpiza. Son muchas. No sé a quién aferrarme», dice uno de los conmovedores mensajes. En otro, Yáñez relata: «Hoy me agarró del cuello, me tiró cachetadas y sabiendo que yo podía estar embarazada me pateó en la panza». Después de estos y muchos otros relatos trágicos Cantero solía responder: «Presérvate», «Cuando quieras voy a verte y hablamos», «Si yo le digo algo, me mata a mí y a vos». Para finalmente decirle: «No digas que hablaste conmigo».

María Cantero, por cierto, es un personaje clave en el entramado de corrupción que también tiene contra las cuerdas de la Justicia a Fernández. La ex secretaria es esposa de Héctor Martínez Sosa, uno de los brokers de seguros presuntamente beneficiados con las millonarias y sobrevaluadas contrataciones del Estado durante el Gobierno de Fernández.

La Justicia también tiene en su poder copias de los chats que la ex primera dama enviaba al propio Fernández. «Me venís golpeando hace tres días seguidos», a lo que Alberto Fernández respondía: «Me cuesta respirar, por favor pará, me siento muy mal». Yáñez replicaba: «Y cuando me zamarreaste de los brazos, me dejaste morado». «Esto no funciona si todo el tiempo me golpeas. No puedo dejar que me hagas esto cuando yo no te hice nada». Y según el testimonio de la ex primera dama, después de las palizas, venían las joyas de oro que Fernández le mandaba a comprar a Cantero.

En medio de todas estas revelaciones, la imagen del autoproclamado «primer presidente feminista de Argentina» queda chamuscada y será la Justicia la que se encargue de las sanciones penales respectivas. Por ahora, el último delfín del peronismo en gobernar Argentina, entre 2019 y 2023, y que se ufanaba estar comprometido con la causa de igualdad de género, enfrenta el repudio casi generalizado en el país. Su caso ha encendido las luces sobre la hipocresía de ciertos progresismos y gobiernos de izquierda para arriar las banderas del feminismo sólo de fachada. Tan pronto asumió su mandato Fernández creó el Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidad y bajo su gestión se concretó la legalización del aborto en diciembre de 2020. Sin embargo, en la práctica, la realidad era muy distante y escalofriante. De comprobarse las denuncias de Yáñez, el mismo hombre que decía luchar contra el feminicidio en Argentina, estuvo a punto de acometer uno.

«Ayer me quiso ahorcar solo porque le dije una verdad: estaba coaccionando a una conocida mía para que se acostara con él», es otro de los chats que los peritos han recogido de los celulares de la ex secretaria Cantero. Yáñez reveló también a la prensa que además de las palizas y amenazas, Fernández la encerraba en la Quinta de Olivos, sin que nadie pudiese visitarla. Desde la provincia de Río Negro, al sur de la Argentina, la abuela de la ex primera dama dijo a la prensa que nunca acudió a la residencia presidencial a visitar a su nieta ni a conocer al entonces presidente y que ahora entiende las razones. Fernández la alejó hasta de su propia familia.

Otra funcionaria seriamente comprometida es la exministra de la mujer de Fernández, a quien Yáñez acusó de saber toda la historia de las golpizas sin que la haya ayudado. Todo el aparato estatal que comandó Fernández y que supuestamente defendía la causa noble del feminismo, está ahora bajo el ojo de la investigación fiscal por encubrir un caso de violencia de género.

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