El oro no ha dejado de marcar récord tras récord desde que la Fed comenzase la senda global de subidas de tipos hace ya más de dos años. Esto, y unas expectativas de un precio del dinero más alto durante más tiempo, tendrían que haber impactado a la baja en el precio del metal dorado, que se suele comportar de forma inversa a la rentabilidad de los bonos. Ha dado igual. Y los responsables son, en buena parte, los que deciden sobre esos tipos: los banqueros centrales, azuzados por la inestabilidad mundial, se han lanzado a la compra de oro en los últimos meses, hasta llevar su demanda a máximos históricos, de acuerdo con el informe trimestral publicado por el Consejo Mundial del Oro la semana pasada. El metal precioso ya se revaloriza más de un 12% en lo que va de año, hasta los 2.325 dólares por onza.