Me voy, me voy, me voy, pero me quedo

Me voy, me voy, me voy, pero me quedo

La Anatomía de la melancolía nos advierte de que el amor “subvierte reinos, destruye ciudades, pueblos y familias; arruina, corrompe y masacra a los hombres” e incluso, en sus peores extremos, nos lleva a olvidar “las convenciones del comportamiento civilizado”. Cumplido el plazo de cinco días, resulta un alivio comprobar que el reino no está subvertido y —como se ha visto— el propio Sánchez está bastante más pimpante que masacrado. Algunos comportamientos, en cambio, han resultado chocantes, empezando por la sensación de que, durante estos días, el presidente parece haber estado trabajando en la redacción del magnífico mitin de campaña leído esta mañana so apariencia de declaración institucional. Otras cosas no varían: su capacidad de tutela de la opinión pública, shock tras shock, es incomparable. A las 10.59 todo el mundo pensaba —una operación muy bien inducida— que se iba.

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