Viaje al Portugal de los claveles

Viaje al Portugal de los claveles

Una canción y una flor dan la señal para que unos jóvenes oficiales de las Fuerzas Armadas de Portugal pasen al acto logrando derrocar sin una gota de sangre una dictadura de 48 años. El mundo se queda estupefacto. Tan solo un año antes, unos generales fascistas sembrando terror y muerte han acabado en Chile con los sueños de la Unidad Popular y la vida de Salvador Allende. En Europa, esa revolución portuguesa ensancha el camino de las ideas progresistas. Los exiliados republicanos españoles esperan que desaparezca ya de una vez la infame dictadura franquista. Pero como para recordarnos su “aquí, mando yo”, Franco y su tribunal militar —tan solo un mes antes de lo ocurrido en Portugal— sentencian a muerte por garrote vil a Salvador Puig Antich. Aquel triste día, Joan Miró, en homenaje al joven anarquista catalán, pone el punto final a su tríptico ‘La esperanza del condenado a muerte’. Seis meses han pasado desde la Revolución de los Claveles. Tengo 22 años. Soy fotógrafo. La revista ‘l’Humanité Dimanche’ quiere un reportaje sobre la nueva situación sociopolítica de Portugal. Un día de noviembre de 1974, llegamos a Lisboa la periodista Martine Monod y yo. No conozco el país. En cinco días veremos las chabolas de Curraleira, entraremos en escuelas, fábricas, asistiremos a mítines, descubriremos los llanos de Alentejo en los que los jornaleros siguen bajo el yugo de terratenientes. Es tan bella Lisboa… Me pierdo en sus alturas, en sus colinas, por las calles estrechas de Alfama. Voy con dos Nikon F, una con 24 mm, otra con 135 mm. En las miradas cruzadas con los lisboetas noto muchas dudas, alegría, esperanza, dignidad… Cincuenta años ya…

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