Madrid amanecía hoy más tristón con la pérdida del torero y gran aficionado Pedro Giraldo a los 77 años. Ha sido un fallo multiorgánico tras una complicada operación lo que ha acabado con la vida del que fuera matador de toros.
Pedro dedicó toda su vida a la tauromaquia, de una u otra manera. Palentino de nacimiento, fue en Sevilla donde trabajó en la cocina de un restaurante, casualmente (o no) donde iban los novilleros de la época. A los 14 años tomó la gran decisión de aventurarse a querer ser torero y las capeas fue el primer lugar que acogió sus sueños, aunque el verdadero llegaría un poco más tarde. En 1968 se vistió de luces por primera vez.
La monumental de Las Ventas, que tantas veces ha pisado de aficionado, lo hizo como torero para cortar una oreja de novillero a un astado de Sotillo Gutiérrez. Y el de septiembre, en su tierra, en la Feria de San Antolín de Palencia se convierte en matador de toros en 1978. El Viti y Palomo Linares, nada menos, son el padrino y testigo de la ceremonia.
Al año siguiente confirmó la alternativa en Las Ventas y en el 81 decidió hacerse banderillero.
Pedro, casado con la compañera fotógrafa americana Muriel Feiner, siempre estuvo ligado a la tauromaquia. Si algo era fácil era verlo en los toros. En Madrid, por la monumental, cualquier domingo era bueno. Buen aficionado y buena persona. Gran pérdida.
