Samuel Navalón, muy serio en Madrid tan recién llegado

Samuel Navalón, muy serio en Madrid tan  recién llegado

Navalón vino a comerse el mundo. Y se lo comió. Lo llevaba en la cara. En su puesta en escena. En su difícil facilidad. Cuando eso se trata de estar delante de un toro es mucho decir. «Presumido» fue un novillo bravo y encastado, que pudo suplir su falta de fuerza por esas cualidades, por el fondo. Samuel limó las asperezas, le encontró el punto, la altura, el ritmo para que las cosas fluyeran y puso sobre la escena valor, ganas y amor al toreo. No se podía pedir más. En las manoletinas finales, entre confusión y apreturas hubo casi susto y emoción. La espada se le fue abajo y la oreja, que se le pidió con mucha fuerza, no cayó. La vuelta al ruedo fue de verdad.

Se fue a portagayola con el sexto y el Montealto salió de toriles como un tren. Interesó después Navalón, aunque le costó meter a la gente en la faena. El toro tenía cosas buenas, pero le faltaba continuidad y la logró el novillero con un arrimón y unas bernadinas sin estoque que impresionaron por su fuerza brutal, estaba tan creído de sí mismo, que era imposible no comprarle la historia. Lástima la espada.

Nek Romero

Nek Romero salió a hacer el quite al primero novillo. Fueron tres lances aprovechados. Ajustadas las chicuelinas. Quizá fueron dos y el remate, y en este perdió la montera por las apreturas. Diego Bastos, que era su novillo, se picó por gaoneras. El animal no iba a ser el ejemplar soñado para una presentación, porque no tenía fondo y además le costaba despegarse de la muleta. Tenía ese punto incómodo y además no trascendía el esfuerzo. Anduvo solvente y serio y nos dejó ganas de más, que no es poco. Y era mucho, éramos muchos los que estábamos allí, en la Monumental. Un entradón en la novillada. Una extraña controversia esta en los tiempos en los que los toros no interesan (ironía on). ¡Gobernantes atiendan! Que nosotros sí que pagamos, además de las entradas de los toros (con su IVA) vuestro sueldo y eso de siempre mereció un respeto.

El cuarto tampoco tuvo una embestida para hacer el toreo, pero Bastos lo lleva dentro. Solvencia, oficio inaudito para un recién llegado y mucho amor propio. No trascendió, no fue una faena de público, pero sí de buen torero.

Apuntó alto la primera tanda al segundo de la tarde. La de Nek Romero, que había ganas de verlo. El toro tenía brío y calidad, y emoción ese inició de faena. La ligazón hizo el resto para que el prólogo muleteril llegara a los tendidos. Aquello vibraba por el derecho. El Montealto duró poco y la faena se fue diluyendo entre el viento y ese animal al que acabó por faltarle fondo. Cuando tomó la zurda, la faena perdió estructura y Nek intentó todo en una labor larga y con plurales finales.

Víctor del Pozo puso un pedazo par de banderillas al quinto novillo de la tarde. Brillante. Sin necesidad de vender la mercancía antes. El novillo, que era un toro, tenía movilidad. Nek nos puso el corazón a mil en el comienzo de faena al cambiarse al toro por la espalda. Milagrosos muletazos. El de Montealto se fue pronto a la muleta de Romero y el novillero lo tenía claro, se la dejó muertita, para que se la encontrara después, El viento volvió a aflorar, como si fuera una maldición, pero no había reglas malditas en la ambición del torero. Cambió la ayuda y regresó con el valor de acero y la seguridad de plomo. No perdía pasos, enganchaba al toro sin irse y eso tenía mucha expresión, mucha fuerza. En el cobijo de tablas pesó más las querencia del toro, pero no había otra. Seria actuación. Tres toreros buenos que hay que seguir, y volver a ver. Futuro hay.

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