Silvia Bächli toca su “Partitura” más lineal en el Centro Botín

Silvia Bächli toca su “Partitura” más lineal en el Centro Botín

En uno de sus poemas más célebres, la escritora danesa Inger Christensen se dirige a un ser querido, uno que “dibuja” y “traza mapas de continentes enteros entre la cama y la mesa”. La intimidad, aquí alegato y confesión todo a la vez, se convierte escrita en una especie de materialización de lo inefable, un nexo físico que nos une con aquello que deseamos atesorar. Durante años, esa capacidad de la poeta para epatar en lo a priori inconmensurable ha obsesionado a estudiosos de la lengua y del cariño, llegando a inspirarles en su propia creación. Tal es el caso de la suiza Silvia Bächli, sujeto de la nueva exposición que inaugura el sábado 11 de mayo el Centro Botín de Santander y que, ya hace unos años, intentó plasmar en óleos y gouache la transfiguración de lo privado que había planteado la escritora mientras pasaba una larga temporada en Islandia.

Bajo el sugerente título “Partitura”, la sala de exposiciones de la Fundación Botín reúne hasta el próximo 20 de octubre una cuidada selección de trabajos clave de la pintora, como el citado “das” (2022) y que fue expuesto en la Bienal de Venecia de 2009, junto a trabajos de nuevo acuño. Entre estos últimos, destaca la pasión volcada en un conjunto de obras como “Lange rote Linien”, una serie de grandes formatos cruzados por líneas rojas horizontales, estableciendo un extraño paralelismo y juego de palabras entre lo que está intentando contar Bächli y algo tan mundano como las salchichas. Todo ello, como es habitual en esta artista, cruzado por una relación casi romántica con las matemáticas, bebiendo de trabajos anteriores (también presentes en la muestra) que se sirven de las cuadrículas para plantear escenarios donde el trazo y lo lineal son siempre lo más relevante.

Una inquietud física

Así se entiende, también, que la polímata helvética incluya un último tramo de piedra pintada, a modo de instalación, y que crea firmemente en las líneas que dibuja como en esa partitura que estructura temáticamente la exposición. “Cada línea es un sonido, un tipo de música distinta”, dijo escueta en la presentación de la muestra a los medios Bächli, diametralmente opuesta a explicar un arte, el suyo, que tan solo requiere reflexión por parte del espectador. Línea a línea, como si se tratara de un colorido pentagrama, la artista dibuja en obras como “Mantel Nr. 5” (que, no en vano, es la imagen elegida para corporativizar la exposición) una composición que si bien es equiparable a la música más ligera -”como si fuera jazz”, explica-, a veces se vuelca vehemente sobre la sala, transmitiendo una especie de inquietud que es antítesis en el espacio níveo, contrapunto puro a la sensación holística.

“Partitura”, la primera exposición que se le dedica a Bächli en nuestro país y que complementa el esfuerzo activo del Centro Botín por dedicar espacio al dibujo (como ya hiciera en el pasado con la obra de Manolo Millares o Juan Muñoz), se corona en el extremo sur del edificio diseñado por Renzo Piano con la impresionante “To have a shelf life” (en español, “Tener una vida útil”). La obra, que cierra el recorrido expositivo, está formada por varios tablones, recogidos de las calles de Basilea y provenientes de muebles para tirar, a los que atraviesa una línea negra discontinua. Desconcertante, en parte por la falta de fisicalidad adscrita a los trabajos de la suiza y, en parte también, por la dimensión que los trozos de madera, de nuevo mundanos, le dan a una obra tan autoexplicativa.

 

Comisariada por Bárbara Rodríguez Muñoz, directora de exposiciones y de la colección del Centro Botín, la muestra incide en su recorrido en la relación que Bächli establece entre sus líneas, los gestos y lo físico, materializándose de manera casi furtiva en siluetas de perfiles, esbozos de piernas e, incluso, algún que otro retrato. “Los dibujos son acciones. Las líneas narran historias. ¿Qué hacen estas líneas? ¿Dónde empieza una línea? ¿Toca otra línea? Aparecen las palabras, ¿cuáles vienen a la lengua?”, se pregunta la propia autora en el catálogo creado para la ocasión, coordinado por Manuel Raeder y que incluye textos de Quinn Latimer y Chris Fite-Wassilak.

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