¿Cuál es la posición de Irán en África Subsahariana?

¿Cuál es la posición de Irán en África Subsahariana?

No es probable que las comunidades bantúes de África Oriental se enterasen cuando Ciro el Joven mordió el polvo en la batalla de Cunaxa. Y, si se enteraron, tampoco debió de importarles demasiado. El mundo era entonces algo inmenso y con sabores a universo, no como ahora, cuando un bantú puede subir a un avión en Maputo y desembarcar en Teherán en pocas horas. Antes no, eso que ganaban, pero hoy gira un mundo interconectado a la fuerza y donde se encuentran pequeños hilos que comienzan en Teherán y que llevan a distintos lugares de África.

Ante la amenaza de una escalada del conflicto en Oriente Medio, nacen las primeras dudas sobre la posición que mantiene el continente africano hacia Irán y parece relevante tratar de conocer a las naciones implicadas en esta esquina, aunque tampoco son muchas. Irán ha mantenido desde su idea de nación una modesta presencia en África. Apenas abarcó Egipto y zonas del actual Líbano durante el imperio persa antes de Cristo y luego se acabó el imperio persa y la relación se estancó en un limbo hasta que se inventaron los aviones. Tampoco entonces pudo hablarse de un ascenso meteórico. Irán no llega a las veinte embajadas en un continente de cincuenta y cuatro países donde España tiene veintiséis, y Francia cuarenta y cinco.

Sudáfrica y Níger

Un tipo de relación sólida entre un país africano e Irán puede hallarse en Sudáfrica. Los tratos entre ambas naciones tomaron un nuevo rumbo en 1994, durante la presidencia de Nelson Mandela y tras encontrarse en el éxtasis del fin del apartheid. No debe olvidarse que el histórico líder sudafricano señaló en ocasiones a la revolución iraní como un movimiento de liberación en contra de la opresión, que mantuvo una estrecha relación con los dirigentes iraníes durante su mandato. Y que, de hecho, una de las calles más populares de Teherán tiene el nombre de Nelson Mandela Boulevard.

Es una relación que se mantiene viva. Fue en agosto de 2023 cuando Teherán comunicó haber alcanzado un acuerdo con Sudáfrica para “desarrollar y equipar” cinco refinerías en territorio sudafricano, mientras que el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Hossein Amir-Abdollahian, y la ministra de Relaciones Internacionales y Cooperación de Sudáfrica, Naledi Pandor, firmaron un nuevo documento que versaba sobre la cooperación económica. De camino al bingo, y tras hacerse público en el pasado verano que Irán podría ser uno de los próximos países en incorporarse en los BRICS, Teherán solicitó expresamente el apoyo de Sudáfrica para “acelerar” su integración en el bloque. En septiembre de 2023, los ministros de Exteriores de ambos países se reunieron al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas y Amir-Abdollahian agradeció a Sudáfrica su apoyo en cuanto a la inserción de Irán en los BRICS. Añadió que “las relaciones con Sudáfrica son una prioridad muy importante para nosotros y no tenemos restricciones para promover los vínculos con el país”.

Sudáfrica ha jugado además un papel protagonista en los estadios más recientes del conflicto palestino-israelí, tras interponer el pasado mes de XXXX una demanda contra el gobierno de Tel Aviv en la Corte Internacional de Justicia. Además, la ministra de Exteriores sudafricana se ha reunido desde agosto de 2023 al menos tres ocasiones con su homólogo iraní. En este contexto diplomático puede percibirse además un estrechamiento de los lazos con otros países africanos: Mali, Burkina Faso, Ghana, Senegal, Tanzania y Sierra Leona también han recibido entre 2022 y 2023 delegaciones iraníes en un contexto diplomático. Una representación de la junta militar nigerina y dirigida por el primer ministro del país, Ali Zeine, visitó Teherán en enero de 2024, en una gira que también les llevó a Rusia y a Turquía. Irán ya había expresado en octubre y por boca de su ministro de Exteriores, Hussein Amirabdolahian, su deseo de estrechar relaciones con Níger tras resultar el golpe airoso, a sabiendas de que cualquier nación africana que recele de Occidente podría convertirse en socio de Rusia y, por yuxtaposición, de Irán y de otros aliados.

¿Una oportunidad a la sombra de Rusia?

En el plano comercial, apenas si pueden destacarse la venta de drones de uso militar al Gobierno etíope en 2021, aparatos que fueron utilizados durante la guerra de Tigray (2020-2022) y que evidenciaron la creciente asociación de Addis Abeba con los países del este, en detrimento particular de Estados Unidos (que denunció la venta de estos drones en 2022, alegando que incumplía la resolución 2231 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas). También ha abastecido de municiones a los ejércitos de Kenia y Costa de Marfil, entre otros, igual que existe la eterna sospecha de que una buena parte del armamento utilizado por los grupos yihadistas del continente está financiado por Irán, si no proviene directamente de los persas. En lo que respecta a la exportación de productos civiles, ésta es anecdótica y se resume al asfalto y sus derivados, con Kenia como principal cliente.

El contexto que enmarca la actualidad africana, donde un fuerte panafricanismo cobra alas y reniega de Francia (y de Europa, aunque en menor medida) ha abierto la puerta a nuevas asociaciones que no han querido desaprovecharse desde Teherán. Sin embargo, excluyendo Níger y Sudáfrica, al sur del Sáhara no puede hablarse de una relación iraní seria y que se mantenga a escala institucional. La fuerte injerencia de Emiratos Árabes Unidos sirve como una aparente “barrera” que evita que esto suceda, debido en parte a la histórica enemistad religiosa entre Irán y los países árabes, pero también como consecuencia del actual conflicto en Yemen, que enfrenta a EAU y Arabia Saudí contra las milicias chiíes financiadas por Irán y que ya son conocidas por sus ataques en el Mar Rojo. Una asociación fuerte de cualquier país africano con Irán y Emiratos Árabes Unidos y que ocurra al mismo tiempo es tan plausible hoy como una asociación simultánea con Francia y Rusia.

Existen rumores que indican que Irán facilita la expansión del fundamentalismo islámico que avanza hoy en el Sahel contra la vertiente malikita (que profesa una mayoría musulmana del África subsahariana), en una campaña de proselitismo chií asociado al salafismo desde sus bases operacionales en la costa Mediterránea. Actualmente no existen evidencias firmes que lo sustenten. Es cierto que Irán ha financiado a lo largo de los años a grupos armados en Darfur y que el Movimiento Islámico de Nigeria, apoyado por Teherán, se ha enfrentado contra el ejército nigeriano lo que llevamos de siglo, pero la falta de información en lo referente a quién financia a los grupos yihadistas del Sahel (unos dicen que Francia, otros que Irán o Emiratos Árabes Unidos) vuelve irresponsable marcar ninguna casilla como segura. La prueba más clara disponible fueron las declaraciones en 2022 del ministro marroquí de Exteriores, Naser Burita, cuando alertó a la comunidad internacional acerca de las “ambiciones iraníes” de entrar en el África Occidental para propagar la doctrina chií. De ser ciertas estas informaciones, Teherán sencillamente no habría tenido tiempo todavía de conseguir esta expansión religiosa. Lo que no quita que se encuentre actualmente en curso.

La sombra iraní planea sobre África, de esto no cabe duda. Si el conflicto escala e Irán consigue reforzar su postura en el continente, significaría una dificultad añadida en las relaciones entre Occidente y África subsahariana. Son piezas del tablero internacional que buscan la manera de encajar.

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