Cuando en 2013, Art Basel abrió sus puertas en Hong Kong, la antigua colonia británica resultaba más bien irrelevante en la escena internacional del arte contemporáneo. Poco más de una década después, y al margen de la feria, la ciudad cuenta al menos con tres apabullantes razones que justifican la presencia aquí esta semana de algunos de los galeristas y coleccionistas más importantes del mundo: el Museo de Arte de Hong Kong; la antigua comisaría de la época colonial Tai Kwun, reconvertida en espacio artístico, y M+, la última joya con la que Hong Kong aspira a coronarse en la cima de la cultura contemporánea mundial.