Atormentados digitales

Atormentados digitales

Desde la pandemia, con la imposibilidad de hacer presencial cualquier trámite, nos vimos abocados a la pesadilla digital. Después, acabó la pandemia y nadie, ni la Seguridad Social, ni la Agencia Tributaria, ni el SEPE, ni Bancos, ni tantos otros organismos, dieron marcha atrás consecuentemente. A los gerifaltes de funcionarios y demás burócratas les resulta más cómodo y rentable que no aparezcamos por sus mostradores. Así no tienen que explicarnos a los ciudadanos lerdos cómo tenemos que rellenar ese formulario incomprensible o, incluso, rellenároslo ellos cuando nuestra “ineptitud” les saque de sus casillas.

Conseguir una cita presencial es ya complejo, pero si te la dan y llegas frente al humano, tampoco aterrizas en el paraíso. Infortunadamente algunos de esos que te atienden son también víctimas de los cambios precipitados y chapuzas de las leyes. Hace unos meses fui a preguntar por mi jubilación de modo presencial. La funcionaria me hizo un cálculo y me aseveró que cobraría una cantidad miserable, entonces le solté que quería acogerme al estatuto del artista. La pobre mujer se puso a leer el BOE y acabo aconsejándome que pidiera cita en una oficina del centro, que allí van más artistas que en la suya periférica. ¿What?

Después de intentarlo yo por internet; meterme en el infierno, vivir fallos informáticos múltiples, volver a empezar y sentirme una caca en computación, tuve que recurrir a mi gestor cuya carga de trabajo, fruto de la pesadilla burocrática postpandemia, anda sobrepasado y decaído. Los funcionarios a menudo les obligan a realizar tareas “no retribuidas” y que corresponden a los propios funcionarios, por lo que el gremio de asesores anda de cabeza y quedando incluso mal con sus clientes. De lo mío, lo de la pensión jubilea, todavía nada. Nadie sabe a ciencia cierta que se hace con una dramaturga que, después de cuarenta años estrenando obras por el mundo, ante una pensión ridícula necesita seguir cotizando hasta que el cuerpo aguante. Y así estamos, atormentados por la digitalización inhumana. Caídos por la red. Bloqueados.

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