Cataluña no es Dinamarca y la carrera al 12-M no es la serie Borgen. La pregunta más insistente en las ruedas de prensa y entrevistas a las que estos días se someten los candidatos a los comicios catalanes es con quién piensan pactar. Y a 10 días de la cita con las urnas, la vaguedad de las concreciones es idéntica a la del primer día de campaña. El escenario idílico de la producción danesa —donde los partidos exponen sin tapujos sus alianzas postelectorales y la fuerza minoritaria de una coalición termina gobernando por la carambola de los vetos― dista mucho de un panorama catalán: la sombra de la repetición electoral planea, alimentada de una situación de bloqueo de la que nadie quiere hablar en público, pero en privado sí se asume como muy probable.