Se está dedicando mucho tiempo al perfeccionamiento de la máquina del fango monclovita y a la creación, dicen, de la Dirección General de Prensa, Radio y Propaganda del Movimiento, desde donde se controlará todo lo que Él considere como bulo, falsedad, insulto, chisme o mixtificación, y se considerará al periodista «apóstol del pensamiento y de la fe de la nación recobrada a sus destinos», como decretó Serrano Suñer en la ley de prensa de 1938.
Según otros decires, Óscar Puente, que calificó al presi español como «el puto amo» y al argentino como «el colocado», será probablemente el Jefe Nacional de la Oficina de Nuevos Apelativos al Amado Líder. Desde esa Oficina se aconsejará a los periodistas referirse al presidente como «Timonel de la dulce sonrisa», «Caudillo, Taumaturgo, César y Pontífice», «Talento político de talla universal», «Regalo que hace la Providencia cada tres o cuatro siglos», «Figura que escapa a los límites de la ciencia política», «Broncínea voz con diamantinos armónicos», «Trabajador número uno de la Nación», «Campeón de la libertad», «La belleza más limpia de Europa» o «Monumental Faro de Occidente». Quizá a los más viejos del lugar les suene algunos de estos elogios que brillaron en la prensa franquista.
Más: cuentan lenguas de vecindona que el susodicho Óscar Puente es muy aficionado al tango y ahora va por los pasillos del ministerio de Transportes cantando «El tabernero»: «Tabernero que idiotizas/ con tu brebaje de fuego/ sigue llenando mi copa/ con tu maldito veneno…” Y ya en plan Paloma San Basilio, también entona «Evita». «No llores por mi Argentina/ mi alma está contigo…».
