El diario de Amilibia: «Yo sigo», como Felipito Tacatún

El diario de Amilibia: «Yo sigo», como Felipito Tacatún

Nada bueno puede esperarse cuando a las once en punto de la mañana saluda con un «buenas tardes», dijo mi vecina Carlota. Acertó: «He decidido seguir», anunció. Por si alguien tenía dudas de su estado anímico, el Apolo de la Moncloa remachó el clavo con un contundente: «Y con más fuerza», de lo que se puede deducir que estos cinco días de paro (tiene gracia eso de parar en un país lleno de parados) le han sentado como si hubiera visitado la clínica suiza antiaging que frecuenta Don Juan Carlos para su reconstrucción biomolecular. Las plegarias han sido atendidas, las lágrimas de Almodóvar han reflorecido la rosa marchita del PSOE y ahí tenemos al Apolo más Apolo que nunca, como aquel Apolo 11 que llevó al hombre a la Luna. Pudo decir en su dramatización del histórico momento que su parada también ha sido un pequeño paso para el hombre y un gran salto para Él.

Y para dejar atrás el lodo que lanzan a su señora, las acciones tóxicas e iniciar la lucha contra el movimiento reaccionario internacional. ¿Cómo? Apelando a la movilización o agitación del fervor popular, si yo le entendí bien en aquellos emotivos momentos, santo cielo, que estábamos mi vecina Carlota y yo cogidos de la mano como en el final húmedo de «Amar es para siempre». O sea, que esto se va a convertir en un maratón con pancartas hasta alcanzar una meta que, según las lenguas viperinas, ni Él sabe cuál es.

Recordé el «Yo sigo» de Felipito Tacatún, frase que popularizó en el «Un, dos, tres» y otros programas de TVE aquel personaje de Joe Rígoli inspirado, me contó él, es un político argentino que decía «yo sigo aunque que me cojan». En el sentido argentino del verbo coger, claro. Ahora le toca el turno a David Broncano.

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