Hasta este jueves, solo el sargento pionero, el miembro de la compañía de Infantería del Ejército británico que avanzaba por delante del resto, con su mandil y su hacha para desbrozar el camino, podía llevar barba. Entre otras cosas, porque también era el herrero de la compañía, y el vello facial le protegía del calor de la forja. En algunas instituciones del Reino Unido, las cosas cambian a su ritmo. A partir de ahora, y una vez lograda la autorización del rey Carlos III, jefe de las Fuerzas Armadas, los soldados del ejército podrán, como muchos hombres de su generación, llevar barba.