El final del «procés» y el inicio de lo mismo

El final del «procés» y el inicio de lo mismo

Raúl Capablanca (1888-1942), cubano, campeón mundial de ajedrez (1921-1927), llamado «el Mozart del ajedrez», explicaba que «un buen jugador siempre tiene suerte». Pedro Sánchez, más amante del baloncesto, también está convencido de eso y lo que todavía es un enigma, si lo suyo es suerte o una manera de calcular a largo plazo sus pasos, como un gran maestro ajedrecista. Javier Melero, abogado de varios de los acusados del «procés» y escritor más que brillante, sostiene que el «procés» murió en el juicio de las Salesas. Allí, Junqueras y compañía quedaron anonadados por la liturgia del Estado que, por otra parte, es a lo que aspiraban. Las elecciones del domingo pasado, con su resultado claro pero al mismo tiempo ambiguo –es difícil formar Gobierno– fueron el funeral y entierro de ese «procés», pero también el principio de lo mismo. Ahora, la bandera de un cierto independentismo suave –«light»–, que ni tan siquiera se atreve a llamarse así, la enarbolan Salvador Illa y el PSC, el partido que más ha hecho, desde Pascual Maragall e incluso antes, para que creciera la llama «indepe».

Los socialistas de Illa han captado el voto «indepe» más moderado, harto de las astracanadas de sus líderes, pero sobre todo feliz con todas las concesiones y privilegios que Sánchez ha otorgado –y esperan, están seguros, que entregará– a Cataluña. No hay ni habrá independencia formal, porque sería «un suicidio», como advirtió en su día Cambó (1876-1947), pero sí una semi-independencia real, reclamada también por el PSC y concedida por el inquilino de La Moncloa. Solo hace unos días, el modelo hombre tranquilo que dicen que es Salvador Illa, prometía una nueva financiación, pacto fiscal/concierto; es decir, la semi-independencia económica, sea o no viable. El nuevo «procés» no será algo sencillo. Los «indepes» más pata negra, Puigdemont –«un político de una sola idea», según Melero– y Junqueras, peleados entre sí, sueñan con la liturgia del Estado propio, pero ahora pugnan por su propia supervivencia y pueden hacer estallar todo. Quizá pongan en apuros a Sánchez, que se apunta como medalla «el fin del procés», mientras trabaja para el principio de lo mismo, confiado en que un buen jugador siempre tiene suerte como decía Capablanca.

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