El príncipe y la corista

El príncipe y la corista

Cuando en el año 1979 se estrenó la mítica «La vida de Brian», algunos países prohibieron su exhibición al amparo de supuestas ofensas religiosas. Irlanda y Noruega no llegaron a estrenarla. Los suecos vendieron la película de los Monty Python tirando de humor: «es tan divertida que la han prohibido en Noruega» ; su clasificación para mayores de 18 años en los Estados Unidos disparó su fama hasta convertirla en la película británica más taquillera del año. A día de hoy, todo el mundo sabe que la película «Ciudadano Kane» es un espejo de la vida del emperador del la prensa norteamericana William Randolph Hearst. Cuando se estrenó en 1941, Hearts prohibió hablar de ella en sus medios, pero no hurtó críticas, descalificaciones e insultos a su protagonista, Orson Wells. La polémica alrededor contribuyó a eternizarla como la historia de Hearts.

Le parece a Susana que desde que el mundo es mundo y la curiosidad mueve multitudes, hacer ver interés en ocultar o desaparecer algo o a alguien provoca exactamente el efecto contrario. Porque no es cosa nueva. El síndrome de Eróstrato define hoy a una personalidad insegura y de poca autoestima capaz de cualquier cosa con tal de alcanzar notoriedad. Tres siglos antes de Cristo, un pastor así llamado incendió el templo de Artemisa para conseguir fama universal como el hombre que destruyó aquella maravilla. Lo declaró bajo tortura y fue condenado a muerte y al olvido, de modo que pronunciar su nombre le costara a quien lo hiciera la propia vida. Pero 50 años después aquello se recogió en Las Filípicas y pasó a la historia asociado a un desajuste mental.

Esta semana ha recordado todo esto Susana ante el resultado de la maniobra de dimisión fake de Sánchez al amparo de su dolorida ofensa (no duda que sincera, eso también) por la acción indagatoria de un juez sobre supuestos comportamientos poco decorosos de su esposa Begoña Gómez. Su nombre llevaba ya semanas recorriendo algunos medios españoles por su relación con la compañía Air Europa cuando ésta recibió una ayuda, perfectamente justificada, en los tiempos de la Covid, o su mediación, también documentada, puesto que fue escrita como carta de recomendación para un contrato público, en favor de empresas de Carlos Barrabés, autor del programa del máster que dirige la esposa de Pedro Sánchez en la Universidad Complutense de Madrid.

Escucha Susana en la radio que todo el embrollo político que desató el inesperado retiro a meditar y la efusión paralela de azucarado caudillismo, fue algo que decidió y gestionó el propio Sánchez sin encomendarse ni a Dios ni a sus asesores. De hecho, hay quien asegura que sabe de buena fuente que ni siquiera la carta que decidió publicar en la red X (antes llamada tuiter) la consultó con su mujer. Cosa imposible de confirmar, pero que a Susana no le suena inverosímil.

Quizá eso explique el evidente fracaso de la operación más allá (y esto se verá en breve) del impacto que, según las encuestas, ha provocado en el electorado catalán, puesto que a día de hoy, y sin que haya sucedido nada que explique el movimiento, las encuestas avanzan un aumento del voto socialista en Cataluña.

En todo lo demás, no parece haber conseguido nada de lo que podría estar buscando. El país no se movilizó (pese a lo cual no varió el argumentario de que tanto apoyo le obligaba por responsabilidad a permanecer), su partido evidenció el desamparo, la orfandad, el sometimiento al líder sin el cual no hay presente ni futuro, ha conseguido crispar y dividir aún más a una ya bastante fragmentada sociedad española, y, lo que de ser cierta y profunda su conmoción resultaría aún peor, ha elevado el nombre de su mujer asociado a irregularidades o, directamente, corrupción, a la categoría de portada de la prensa internacional.

Aun en el caso de que fuera a utilizar la maniobra y su argumentario base para iniciar un camino de sujeción de Justicia y Prensa, cosa harto difícil de alcanzar con éxito, la operación puede haber constituido el mayor fracaso político de Pedro Sánchez.

Y puede que hasta personal, en tanto fue él mismo quien estableció conexión entre lo político y lo particular.

Antes de mostrar la sonora y pública defensa que tanto ha expuesto y dañado la imagen de su mujer que aparece relacionada con supuestos casos de corrupción en medios tan poco sospechosos de pertenecer a la fachosfera como The New York Times, la BBC, The Times, o Le Monde, por citar solo unos ejemplos, cree Susana que debió haberse informado del llamado efecto Streisand, que es una cosa de este siglo, moderna, por tanto, y muy documentada. En el año 2003 la cantante norteamericana demandó al autor de una fotografía de su casa que apareció en un informe sobre el deterioro de la costa Californiana. Alegó su derecho a la intimidad mientras señalaba ella misma su propia mansión. Perdió la demanda. Y aún peor, las visualizaciones en internet de aquella imagen pasaron de seis -seis- a millones en todo el mundo.

O hay algo que se le escapa a Susana, o esta operación puede desmontar definitivamente el mito del eterno e invencible resistente. O no, quién sabe.

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