El tarot, el secreto de Guillermo del Toro para crear sus películas

El tarot, el secreto de Guillermo del Toro para crear sus películas

Tomás Hijo todavía ríe algo nervioso cuando explica su relación con Guillermo del Toro. «Yo me dedico a cosas de la cultura popular, frikis, como Hellboy o las Tortugas Ninja», dice como el que quita importancia a su trabajo de artista visual. No obstante, fue su buen hacer en este campo el que le ha llevado a Los Ángeles de forma habitual, pero la excusa, o la chispa, de esta historia viene de cuando participó en una exposición dedicada al cineasta mexicano (en tiempos de antes de la covid). Se le ocurrió celebrar la ocasión con el tablero de un juego de mesa en el que cada una de las casillas tuviera una escena de El laberinto del fauno. La idea de fondo era que Del Toro había encontrado ese juego y, a partir de él, había hecho una cinta. «[Guillermo] Se podía hasta cabrear», recuerda Hijo; sin embargo, «le gustó». Compró la pieza e incluso la puso en su casa. En ese momento comenzaba a florecer la amistad entre ambos: «Me siguió en redes, le gustaban mis proyectos, los retuiteaba…».

El director de La forma del agua había encontrado una extensión de su propio trabajo. Un universo que cumplía con su mismo imaginario, así que le pidió «varios grabados», apunta el ilustrador, y un exlibris para su biblioteca de Bleak House. Aun así, el trato fue a más y el bueno de Guillermo del Toro quiso que el nexo no fuera a distancia. «En el momento de la entrega me dijo que le gustaría que nos viéramos en persona».

Dicho y hecho. [[LINK:INTERNO|||Article|||65fd8ce9113eb0e4e7ef8fa2|||París, un japonés en el que comer «buen sushi» y mucha conversación]]. «Hablamos de todo». Cuarto milenio, Frankenstein, ilustradores de los 80… hasta que salió «el tema»: el tarot. «Pero no como expertos cartomantes, sino como gente fascinada por este mundo».

Asegura Tomás Hijo que no lo llevaba pensado, que «surgió de repente». «Me vino la idea a la cabeza en bloque, con el nombre y todo, el Tarot del Toro». El hombre que lo inspiró todo no dudó: «Guay. Órale, cabrón». «Y se ofreció a buscar editorial y a apadrinarlo». Fue un éxito. Hablamos de 2020. Entre otros, se agotó en Japón. También llegó a España, pero en inglés… hasta ahora, que Ediciones Luciérnaga edita la baraja en castellano. «Por fin», celebra el ilustrador y «uno de los grandes grabadores modernos», como le define el realizador: «Su obra es dinámica y moderna, pero está impregnada de la más antigua tradición».

En aquella conversación en París, Del Toro se confesó como un hombre muy cercano al tarot por la parte materna: «Mi madre echaba el tarot a cualquiera que se lo pidiera, sin importar ni el momento ni el lugar», explica en el prólogo de la obra. De ella aprendió a leer el I-Ching («resulta que erróneamente, pero eso lo corregí después», apunta), las hojas de té y un poco de quiromancia. Sin embargo, tardaría décadas en enseñarle a leer el tarot: «Finalmente lo hizo cuando estuvimos atrapados en un pequeño hotel durante un huracán en el Pacífico». El realizador tiene marcada en la memoria la baraja que su madre guardaba «en una bolsita de terciopelo» como si fuera oro. «La cuidaba y respetaba mucho. Los cantos de las cartas estaban desgastados y manchados por la habitual manipulación».

Cuenta Del Toro que [[LINK:INTERNO|||Article|||6345a553eac3b0e4ea271647|||empezó a utilizar el tarot para contar historias, pero también «para perfeccionar mi intuición narrativa, para encontrar combinaciones inteligentes y posibles desenlaces para personajes o líneas argumentales»]]. El libro mudo le sugiere ideas improbables y absurdas en muchas ocasiones, pero también abre caminos «liberadores».

Se publica así una bajara de 78 cartas inspirada en el macabro mundo de Guillermo del Toro y bajo la aprobación de Don Miguel, «una autoridad entre los practicantes del esoterismo en mi ciudad natal [Salamanca] y el mejor tarotista que he conocido», define el grabador. Los temas, las imágenes y los personajes del realizador desfilan por el mazo en tonos blancos, verdes y rojos –«el cromatismo es una de las claves de sus películas», apunta Hijo–. Vemos El laberinto del fauno en El Ermitaño, El Emperador o La Luna; El espinazo del diablo» en La Rueda de la Fortuna; La forma del agua en Los Enamorados… También se deja ver el «padre» de toda esta atmósfera: el director mexicano es El Mago, encargado de abrir una baraja «que no está hecha por capricho, sino con intención y convencimiento».

Conocido como «Le Bateleur» en los antiguos tarots franceses, muestra al Mago/Del Toro ante una mesa en la que despliega las herramientas de su oficio: el artefacto de Cronos, la mandrágora milagrosa de El laberinto del fauno, engranajes, un insecto y una cuchilla de afeitar como elemento recurrente de sus películas y como homenaje a Luis Buñuel. «El Mago transforma la energía espiritual en cambio en el mundo real, y su aparición en una tirada de cartas habla de creatividad, originalidad, habilidad y confianza. Si está relacionado con las relaciones o las emociones, es un signo de éxito potencial que indica la existencia de recursos y capacidades para emprender nuevos proyectos», reza el libreto explicativo.

«Guillermo siguió la creación de cada carta desde el boceto hasta su forma final, sugirió ideas maravillosas y me ayudó a superar algunos obstáculos que surgieron. No puedo imaginar qué combinación de cartas del tarot podría mostrar la increíble suerte que he tenido al contar con personas tan maravillosas a mi lado. Espero que esta baraja aporte tanta alegría y clarividencia como a mí», pide el ilustrador. «Tomás ha elaborado cuidadosamente cada carta –responde Del Toro–, ha seleccionado una paleta de colores que imita la de la mayoría de barajas y nos ha regalado una llena de obras de arte en miniatura. Hemos puesto mucho cuidado en relacionar los arcanos con mi filmografía».

La penumbra y la oscuridad del cineasta se traslada a un tapete en el que se maneja casi como con la cámara: «Los arquetipos contenidos en el tarot son flexibles y polivalentes». Si las doce notas musicales han compuesto infinidad de canciones, la veintena de arcanos mayores «sin duda», advierte Del Toro, «te guiarán para que te conozcas a ti mismo y accedas a tu universo interior». Cada personaje «cambia según la carta que se ponga junto a ella. Trazan a la vez un destino hacia un lado y el opuesto. Un giro inesperado está siempre a merced de una sola carta, en eso el tarot se asemeja a la vida. En ellas se recogen siglos de conocimiento y simbología del hermetismo. Estas cartas tocan lo primordial, lo totémico. Si creer que nuestros actos y nosotros mismos no solo tenemos un significa tangible, sino también simbólico, entonces comprenderás que los símbolos son íntimos y universales (…) Los símbolos llegan a la raíz cósmica de nuestros ser, a lo que está en todos nosotros, para que podamos existir tanto en armonía como en caos dentro de la inmensidad de nuestro universo», asegura el mexicano señalando que fue James Joyce quien afirmó que «caminamos a través de nosotros mismos encontrando ladrones, fantasmas, gigantes, viejos, jóvenes, esposas, viudas, cuñados adulterinos, pero siempre encontrándonos a nosotros mismos…».

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LA «OTRA» BARAJA PARA COLECCIONISTAS

Editado el «Tarot del Toro», el ilustrador y el cineasta le cogieron el «gustillo» a los mazos de carta y volvieron a trabajar juntos en otra baraja, aunque esta vez «solo fue una pieza de atrezzo», puntualiza Hijo, para «El callejón de las almas perdidas» («Nightmare Alley», 2021). «Hay unas cartas que utilizan los personajes y Guillermo quería que fuera una solo para la película». Esta no salió a la venta. «Solo se hizo una serie muy pequeña para los pases de prensa». Eso sí, alguna se puede encontrar en eBay, apunta. ]]

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