El ataque directo desde territorio iraní contra Israel efectuado en la noche del sábado por Teherán supone un gravísimo salto cualitativo hacia un escenario de guerra regional que debe ser evitada a toda costa. La comunidad internacional —cuyas principales democracias han condenado la agresión— debe activar todos los resortes necesarios para frenar la espiral de acción-reacción en la que se han sumido Israel e Irán y cuyo resultado será indefectiblemente una guerra de consecuencias globales. Es preciso que la diplomacia se imponga sobre la retórica belicista de ambas naciones que, demostradamente, no aporta solución alguna y solo produce más miedo, destrucción y muerte.