Cada mañana, desde hace 39 años, la frontera de Gibraltar aspira a salir indemne de una gran gesta cotidiana. Unas 27.000 personas, 15.500 de ellas trabajadores transfronterizos, atraviesan un paso no especialmente grande ni extraordinariamente moderno con el único deseo de no verse atrapados en una cola de horas. Muchas veces lo consiguen, pero otras no. La diferencia solo está en un simple vaivén político, un malentendido o una orden más o menos bien ejecutada. El tratado que Reino Unido, España y la Unión Europea ultiman está supuestamente llamado a acabar con esa fragilidad y avanzar en facilidades que deberían repercutir en la vida diaria de los más de 300.000 habitantes del Campo de Gibraltar.
Expectación entre los 300.000 vecinos del Campo de Gibraltar ante el posible cierre del acuerdo sobre el Peñón
