Fuimos testigos del milagro

Fuimos testigos del milagro

Algunos sucesos son capaces de marcar a fuego una fecha en las vidas de quienes fueron testigos de su potencia. La fuerza que entrañan atentados, muertes o tragedias para devolvernos tiempo después a aquel instante es inigualable. Todo el mundo recuerda qué hacía o con quién estaba el 11-S. O dónde le pilló el 11-M. En Italia sucede algo parecido con la tarde del 23 de mayo de 1992, cuando la Cosa Nostra asesinó al juez Giovanni Falcone. Pero también puede viajarse en el tiempo de forma menos dolorosa a través de la emoción inexplicable de algún milagro laico. Yo acababa de llegar a Roma y aquella noche terminé viendo el partido en un bar del Trastevere con unos amigos y con el escritor y periodista Martín Caparrós. No había muchas posibilidades de obtener demasiado en la cancha, así que con poder conocerle a él, que escribía una crónica del partido para The New York Times, estaba amortizada la noche. Lo que ocurrió 96 minutos después, hasta el sexto gol marcado por Sergi Roberto, sigue siendo inexplicable.

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