La llave de la prosperidad

La llave de la prosperidad

En los tiempos de la Guerra Fría, Stalin tuvo uno de esos días. Decidió que no soportaba más la visión de la bandera británica flameando en la vecina embajada británica. Ipso facto, su ministro de Asuntos Exteriores inició negociaciones con el embajador proponiéndole un cambio de localización de la Embajada. Nada tuvo que objetar el representante de su Majestad británica. Todo eran facilidades en las negociaciones que se iniciaron. «Por supuesto, señor ministro», respondía el embajador. Murió Stalin, terminó la Guerra Fría, desapareció la URSS y allí sigue la embajada y la bandera. No queda del todo claro lo que persigue nuestro actual Gobierno. Visto lo visto, razones hay para sospechar que no se trata de un tema de banderas: sustituir la colonial británica por la que ondeaba en aquel trocito de España cuando nos fue hábilmente arrebatado. A la potencia colonizadora y a sus súbditos coloniales les entra erisipela con la mera mención del tema. No hay noticias de que el Gobierno que nos desgobierna se haya atrevido a tanto en las presentes negociaciones. De lo que sí hay noticias es del atrevimiento británico.

En los años ochenta el que suscribe, fungía como diplomático «in situ» en el Campo de Gibraltar. En tal capacidad recibí la cortés visita del embajador inglés. Un buen día se descolgó el colega con lo que consideró una extraordinaria idea. Desde luego que lo era. Se trataba de resolver el problema de Gibraltar creando una zona de prosperidad compartida entre la Colonia y el Campo del entorno. No le faltaba desenvoltura– «desalipori»–al embajador. Realizaba su propuesta en un momento en que el cierre de la Verja comenzaba a producir los efectos que con ello se había buscado: un colapso de la economía gibraltareña hasta el punto de que Londres se tuvo que hacer cargo de lo que quedaba de aquella y aflojar, de una u otra forma, tela marinera.

Ha pasado casi medio siglo y los británicos han conseguido que España se haya tomado en serio la propuesta de la prosperidad compartida. Ahora ya tenemos datos de como la llave de la prosperidad gibraltareña es la misma que abre y cierra la Verja. Durante los años en que mantuvimos aquella cerrada, su PIB oscilaba en torno a los 50 millones de libras. A los dos años de la apertura unilateral de aquella, el PIB subió a en torno a los 500. Hoy en día el PIB per cápita gibraltareño indica que la colonia es una de las tres mayores economías del mundo. Todo merced a la Verja. ¿Esta es la prosperidad a que se refieren los ingleses? Prosperidad para el Reino Unido que se ahorran tener que mantener a los llanitos como antes. Incluso consiguen que estos ayuden al mantenimiento de su base nuclear como en el caso del Aeropuerto de la RAF. Prosperidad para los llanitos que ven prosperar sus negocios merced a la apertura de la Verja y a la postura benévolamente dialogante que mantiene España.

Entre tanto, el entorno andaluz a la vera inmediata de Gibraltar: La Línea, continúa tan estancada como siempre. Los únicos que de verdad han prosperado son los habitantes de las llamadas narco urbanizaciones. Quizá es a estos prosperandos a los que se refiere el Reino Unido cuando propone compartir prosperidad. Para los bien pensados, quizá se interprete como prosperar el acrecentamiento del interés que suscitan las instalaciones militares en los misiles de los enemigos de occidente al transformarse de base naval en base nuclear. El riesgo correspondiente, sí lo comparte el entorno español, que quiérase o no, entrelaza su futuro con dicha base.

Todo esto merecería ser clarificado, lo único que no lo necesita es que Londres no está dispuesto, al igual que en el caso de su embajada en Moscú, a cambiar el emplazamiento de la Union Jack.

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