Se dice que el cine tiene magia. Pero el que producía Pat Andrew en Málaga solo era capaz de un hechizo: volatilizarse. Primero, ofrecía grandes palabras. Citaba Amazon, Hollywood, Warner o su presunto amigo Steven Spielberg. Prometía taquillazos, fama y ganancias millonarias. Nunca, sin embargo, se llegaba siquiera a colocar la cámara. Una veintena de profesionales relató a este diario a lo largo del último año y medio cómo perdió esperanzas, tiempo y dinero por culpa de un timo siempre idéntico en su formato y desenlace. Tanto que los focos, apagados en los platós, se terminaron encendiendo en los tribunales.