La nada y el lodo

La nada y el lodo

La productiva factoría de eslóganes con sede en el Palacio de La Moncloa vuelve a trabajar sin pausa, ante la triple convocatoria electoral de estas semanas. Se puede debatir sobre las capacidades de los distintos departamentos del Gobierno, pero nadie pondrá en duda el virtuosismo del equipo de agitación y propaganda monclovita para diseñar lemas impactantes –y faltones– para taladrar las defensas del adversario. No se puede decir que sean brillantes, porque en los alrededores del poder sanchista no hay un escritor de discursos como el que tenía Obama, ni se engendran citas para la historia, al ritmo en que las generaron Churchill o Kennedy. Pero al equipo del presidente no se le puede negar el empeño, y a los miembros del Gobierno y a los dirigentes del PSOE hay que reconocerles la disciplina castrense con la que recitan el argumentario que cada día se elabora concienzudamente en las cercanías del presidente.

Si Moncloa envía al móvil de los ministros la orden de lanzarse al abordaje de Ayuso, una docena de ministros y otra docena de cargos socialistas se hacen los encontradizos con la prensa para exigir la dimisión de la presidenta madrileña. Todos a la vez y, a menudo, con las mismas palabras: un automatismo digno de causas más elevadas, pero que funciona con la precisión relojera.

Si un día, la ministra Portavoz dice que Feijóo «nada en la nada» –discúlpese la cacofonía y la penuria de ingenio–, al día siguiente Sánchez eleva el verso hacia cotas de sutileza pretendidamente más distinguidas, y transforma la cosa en que la oposición está «entre la nada y el lodo» (expresión repetida hasta seis veces en el mismo pleno del Parlamento; a una media de una por hora). Apréciese el talento del autor, que pone su inventiva al servicio del presidente.

Al otro lado del hemiciclo, el PP tiene un problema recurrente para que su colmillo sea capaz de competir con el socialista en flexibilidad para retorcerse. Génova 13 no da mucho de sí. Faltan sutileza y parlamentarismo de altura. Y, sin esos elementos, la labor de oposición se atasca en las pendientes, que son casi todas.

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