Los botones y la cercanía de La Nueva Parisien

Los botones y la cercanía de La Nueva Parisien

Las clientes son nuestras amigas, cuentan María Paz y Belén en el único establecimiento de La Nueva Parisien, en la calle Claudio Coello, 23. La cercanía ha sido el secreto de la longevidad de este comercio centenario dedicado a la venta de complementos, entre los que destacan sus botones. María Paz García, de 71 años, y Belén García, de 64, son hoy las dueñas y la cuarta generación de la familia que regenta La Nueva Parisien, que abrió por primera vez sus puertas en el año 1897. Desde entonces, han tenido que ir «renovándose» y «adaptándose al cliente» para continuar el negocio.

La tienda la inauguró a finales del siglo XIX el bisabuelo de María Paz y Belén. «Al principio lo que se vendía era casi un artículo de mercería, pero un artículo de mercería un poco de lujo», cuenta Belén. Y continúa: «Mi abuelo y mi padre se iban a París a comprar artículos más sofisticados». Como traían las cosas de París, se llamó La Nueva Parisien. «Tendría que ser “parisienne”, pero probablemente mi bisabuelo no sabía francés», detalla Belén.

Hubo más de una tienda, pero el negocio cerró durante la Guerra Civil Española y después se tuvo que cerrar uno de los locales. Fue en 1969 cuando se adquirió el local que hoy continúa abierto, que lo compró el padre de María Paz y Belén, Rafael García. «En ese momento el barrio de Salamanca no era lo que es ahora. Pero mi padre tenía una visión de negocio espectacular. Esto era un solar, había carbonerías. Todo el mundo le decía que cómo iba a abrir aquí», coinciden las dos.

Rafael García no quería dedicarse al negocio en un primer momento –«no le gustaba nada, no quería saber nada de cosas femeninas»–, según cuentan sus hijas, sino que quería ser piloto militar. Pero el padre de Rafael enfermó, y él tuvo que coger el testigo. «Mi abuelo tampoco se dedicó mucho. Realmente quien cogió el testigo de la tienda fue mi padre», cuenta Belén con orgullo. A partir de ahí comienza el camino Rafael, convirtiendo al local en un referente de la moda.

Desde muy pequeña, María Paz amaba la tienda de su padre. «Yo hice Arte y Decoración, y yo empecé a trabajar en una empresa con 22 años. Sin embargo, a los 24 se marchó la encargada», cuenta María Paz, que en ese momento se incorporó a la empresa familiar tras esa vacante libre. «A mí la tienda siempre me ha encantado. Cuando yo era pequeña íbamos a buscar a papá y yo jugaba abajo con las muestras, con los botones», aunque reconoce que a las 5 hermanas les apasionaba. Belén, por otro lado, no lo tenía tan claro. Estudió Diseño de Moda. «Me gustaba muchísimo la moda, pero empecé a dar bandazos raros. Mi padre me dijo: de bandazos, nada». Y fue ahí cuando empezó ella, en un local distinto, que se ubicaba en la calle Montera. Pero en 2005 cerraron ese y se quedaron los tres en el establecimiento actual.

Hoy se dedican a vender complementos: botones, abanicos, bufandas, sombreros, cinturones, plumas, guantes y cualquier cosa que les pidan los clientes. «Si quieres un botón de una camisa normal, aquí no lo tenemos, tienes que ir a una mercería«», cuenta Belén, que añade que en el local se busca la «exclusividad, que nadie lo tenga». Por ello, hay muchas clientes –la mayoría son mujeres, pero cada vez hay más hombres compradores, «que se compran botones para sus chaquetas»– que piden por encargo: «es raro que venga una clienta y quiera el artículo que ve en el color que está», explican María Paz y Belén señalando algunos de los artículos de la tienda.

Belén considera que «lo más importante es el bombazo que pegó mi padre». Su visión fue más allá de la localización. «Saber qué es lo que se llevaba, buscarlo y darle ese toque especial y de calidad. Al final le acabó gustando muchísimo. Era muy simpático, agradable, todos lo querían mucho. Siempre decimos que en la feria de Milán a mi padre lo seguían para ver qué compraba», afirma Belén. Las hermanas están de acuerdo en que uno de los factores que también ha impulsado la venta es el turismo: «antes Madrid no era una ciudad tan visitada. Ahora cuando se nota que hay mucho turista que compra, sobre todo mexicanos».

Tras ese «bombazo», hay dos claves en el desarrollo del negocio. Uno, la cercanía: el tratar con las clientes de manera cálida, hacerles cosas a medida. Por ejemplo, «ahora hay mucha gente que “tunea” la ropa: se compran una chaqueta y le ponen nuestros botones», cuenta María Paz. El segundo, la renovación: «renovación en colores, en productos, etc. El público te lo va pidiendo». A María Paz y Belén las acompañan dos empleadas: Rosa, que lleva 38 años trabajando con ellas, y Pilar, que ya acumula 44 años como trabajadora. Esta situación hace que las clientas conozcan a sus empleadas y por ello se dé esa cercanía, además de que al cliente le gusta que «estén las jefas». Las cuatro aseguran que también entienden a las jóvenes.

Tanto María Paz como Belén creen en el mismo destino para el negocio familiar: «morirá con nosotras»

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *