En mi primer día en Rafah, en el sur de la franja de Gaza, la madre de mi colega Hawa [nombre ficticio] sufrió un derrame cerebral. Sin ambulancia disponible, su madre fue llevada a un hospital parcialmente operativo. Murió dos días después. “La tristeza de esta guerra la mató”, me dijo más tarde Hawa. Llegué a Gaza con Save the Children, como parte de un convoy de pediatras, cirujanos y cooperantes para apoyar a los niños afectados por la creciente catástrofe humanitaria. Nada podía prepararnos para lo que presenciaríamos.