”El movimiento de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. El manido, pero muy gráfico, proverbio chino le va como anillo a la situación que se vive desde hace meses en el sector del transporte marítimo, epítome como pocos de la globalización. Los ataques a cargueros occidentales en el estrecho de Ormuz, entre el golfo de Omán y el Pérsico, han obligado a las mayores navieras a tomar una ruta mucho más larga para sus desplazamientos entre Asia y Europa: miles de kilómetros al sur, bordeando el cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica). Este cambio de rumbo no solo añade distancia, una decena de días de travesía y toneladas de combustible y emisiones, sino que está teniendo un impacto tangible en varios puertos del Mediterráneo español en forma de aumento sustancial de la actividad.