Niki de Saint Phalle: el arte que libera

Niki de Saint Phalle: el arte que libera

Estación central de Zúrich, Suiza. Los trenes llegan puntuales, patentes por el trasiego de pasajeros que viene y va. Una gigantesca estatua alada de 11 metros y 1,2 toneladas hace de punto de encuentro en el corazón vertebral de la ciudad. Me aproximo mientras observo una voluminosa mujer colorida, tiñendo de alegría la estructura ferroviaria, en contraste con su gris plomo. Parece como si el escultor colombiano Fernando Botero hubiese conocido al activista Keith Haring y a ambos les gustase el color azul Klein del artista francés Yves Klein y las formas de Antoni Gaudí. Pero la escultura femenina del ángel protector («L’ange protecteur») está realizada por una mujer. Se trata de una de las obras insignias de Niki de Saint Phalle.

Es casi imposible hacer justicia a la historia de Catherine Marie-Agnes Fal de Saint Phalle, conocida como Niki de Saint Phalle. Es tan variada como su obra y extensa como su nombre. Nació el 29 de octubre de 1930 en Neuilly-sur-Seine (Francia). Segunda hija de un matrimonio disfuncional entre una estadounidense y un aristócrata galo que perdió su fortuna durante la Gran Depresión, su infancia estuvo marcada por el continuo abuso sexual de su padre y la hostilidad de su madre debido a las infidelidades paternas desde el embarazo. Es sorprendente cómo las figuras de mujeres danzarinas y animales alegres parecen no corresponder con una artista dañada por su contexto y, sin embargo, a la vez reflejan la resiliencia y el intento de escapar del trauma infantil a través del arte.

Niki se mudó a Nueva York durante la niñez y posteriormente a París en 1952, después de casarse con el músico Harry Mathews. El matrimonio se vio afectado por las crisis de la artista, quien en 1953 fue hospitalizada por agotamiento mental. Después de su recuperación, comenzó a pintar y a realizar sus primeros montajes, convirtiéndose en una artista autodidacta cuya obra estuvo en constante evolución. En 1955 nació su hijo Philip en Mallorca, y, aprovechando su viaje a España, visitó el Parque Güell en Barcelona. Su producción cambió al pasear por él, hasta el punto de que posteriormente crearía el monumental «Jardín del Tarot» en Garavicchio (Italia), profundamente inspirado en Gaudí, Pirro Ligorio y Jacopo Vignola. En 1956 expuso por primera vez sus cuadros en San Galen (Suiza). Ese mismo año conoció a la pareja suiza formada por Jean Tinguely y Eva Aeppli en París, pertenecientes a la «avant garde» o vanguardia parisina, que la incluyeron en el movimiento Nuevo Realismo. Se separaron en 1959 y Niki se casó con Jean, con quien creó varias obras conjuntas.

Creadora multidisciplinar

A lo largo de su carrera ambos llamaron la atención de los medios de comunicación por sus acciones públicas y sus visiones revolucionarias. En 1961 comenzaron una serie de acciones en las que invitaban a amigos y visitantes para que disparasen a obras con bolsas de pintura cubiertas de yeso. Estas sesiones se repitieron en Europa y Estados Unidos. Niki también tuvo varios mecenas, como el galerista Alexander Iolas o el director del Moderna Museet de Estocolmo, Pontus Hultén, quienes la ayudaron a adquirir una reputación internacional. Niki fue una artista increíblemente versátil: filmó dos películas, diseñó la arquitectura y el vestuario para obras de teatro, creó un perfume y diseñó muebles. ¡Incluso escribió un cuento para combatir los mitos sobre el VIH! Durante su vida, se mudó de Estados Unidos a Francia y posteriormente a Suiza. Comenzó a crear esculturas de gran formato, como altares, catedrales, novias y mujeres dando a luz, algunas de ellas hechas completamente en yeso blanco. En 1965 creó mujeres voluminosas, las primeras, «Nanas», inspiradas por el embarazo de su amiga Clarice Rivers, utilizando alambre, lana, tela y cartón piedra. Estas «Nanas», con sus figuras femeninas simbólicamente poderosas, poseen una presencia inconfundible por sus alegres y brillantes colores. En consonancia con el rompedor espíritu de la creadora, sugestionada por la obra de la filósofa Simone de Beauvoir y la ola del segundo feminismo, sigue estimulando el discurso sobre la feminidad y los modelos a seguir.

Desgraciadamente, a lo largo de los años, el uso de materiales tóxicos en sus «Nanas» como el poliéster y la fibra de vidrio afectaron gravemente su salud, obligándola al uso constante de mascarilla, pero nunca dejó de trabajar en sus obras hasta su muerte el 21 de mayo de 2002. Por tanto, el «ángel protector» en la estación de Zúrich ha trascendido su función como simple punto de encuentro para los viajeros, convirtiéndose en un símbolo cultural del poder elemental de lo femenino. Esta «Nana» no solo nos inspira, sino que también nos recuerda el impacto transformador del arte creado por mujeres, dándoles alas para volar aún más alto.

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