El Estado Islámico (Daesh, Isis) informa que ha asesinado a quince cristianos en un ataque en Beni, este del Congo. Suma y sigue en la estrategia de genocidio ante la que el mundo occidental se pone de perfil o, simplemente, muestra su preocupación por las bondades o perjuicios del clima. Se trata de seres humanos que, para su desgracia, no pertenecenen a esos colectivos que tantas movilizaciones general en nuestros países.
Aunque no se quiera reconocer, a los yihadistas se les tiene miedo que, inexplicablemente, se extiende al mundo musulmán, donde la mayoría de sus fieles practican el Islam de una forma pacífica y sin enfrentamientos con otras confesiones. Hoy, otra vez, es el Congo; ayer, Kenia, esta vez a cargo de la franquicia de Al Qaeda en Somalia.
Confiar, como de hecho está ocurriendo la seguridad antiterrorista de algunos países africanos a los mercenarios rusos de Wagner es agravar el problema y aumentar el banderín de enganche de los yihadistas, que no tienen que mover un dedo ante la legítima reacción que provocan las atrocidades de dichos mercenarios. Más le habrá valido a Putin tenerlos desplegados en torno a la discoteca en la que se perpetró el último atentado de Isis en Europa, en las cercanías de Moscú.