Petrarca, el Humanista que quiso sublimar las letras

Petrarca, el Humanista que quiso sublimar las letras

Francesco Petrarca (Arezzo, 1304 – Aquà Petrarca, 1374) no es solamente el eximio poeta del Cancionero, originariamente titulado “Rime in vita e Rime in morte” de Madonna Laura, entre otras destacadas obras, sino que representa la máxima expresión del Humanismo renacentista, que toma como referentes estéticos el clasicismo grecolatino, la reelaboración lírica del amor cortés, el antropocentrismo frente al teocratismo medieval, el predominio artístico de la lengua vulgar sobre el latín, el prestigio de la inteligencia, y la arraigada tolerancia social. A todo ello cabe añadir los componentes de libertad filosófica, metódica racionalidad y una participativa visión de la vida colectiva.

En 1993 el profesor Francisco Rico publicaba “El sueño del humanismo”, donde abordaba estos y otros temas, fijando así el perfil de esta estética que es también una ética, un modo de pensar y un modo de vivir. En esta línea aparece ahora Petrarca. Poeta, pensador, personaje, volumen que acoge cuatro ensayos en torno al poeta que tanto influiría en Garcilaso, Àusias March o Shakespeare. El primer texto, que da título al libro, constituye una pormenorizada biografía de Petrarca; a continuacíón, “Petrarca en el escenario” aborda la figura pública del poeta, que él mismo propició en orden a una exhibida ejemplaridad civil; en “De la Filología a la Filosofía” se estudia su tarea de armonización entre el humanismo filológico y su implicación netamente cristiana; y acaba el libro -“Posteridad”- con la influencia que Petrarca llegó a ejercer en los siglos posteriores.

Se señala claramente la dificultad de ahondar en un personaje cuyos principales datos biográficos han llegado hasta nosotros a cargo de él mismo, con lo que ello conlleva de posible instrumentalización, de conformación de un interesado perfil personal e intelectual: “De ningún otro hombre de su época o de las precedentes tenemos tantas noticias como en lo que a él respecta, si bien estas derivan en su mayor parte de testimonios directos de Francesco Petrarca, que a menudo ofrecen elementos divergentes entre sí y siempre han sido reelaborados con fines literarios o para construir, a través de la manipulación de los datos históricos y su reorganización, una autobiografía ideal y tendenciosamente mendaz.” Por ello este volumen pretende y consigue esclarecer la personalidad íntima y literaria de quien frecuentaba a los clásicos de la Antigüedad, leyéndolos incansablemente y “hablando” con ellos “con más gusto que con quienes se figuran estar vivos”, en propia confesión.

Hallamos aquí al Petrarca de sus últimos años, ya enfermo, haciendo testamento y detallando los lugares donde le gustaría ser enterrado, en las ciudades italianas donde querría morir. E igualmente su reivindicación de Roma como ciudad de origen divino, destinada a regir el mundo; así como su condición de canónigo y archidiácono en su retiro en la Provenza, tan fecundo literaria y espiritualmente; las ajetreadas circunstancias políticas de su “coronación poética”, acto que propiciaba una prestigiosa consideración artística; su ambiciosa afición a aconsejar a los gobernantes de más alto poder en la intrigante, y espléndida, Florencia de su época; la compleja relación con Dante, a quien tanto admiró, pese a ciertas envidiosas rencillas; el decisivo encuentro con Giovanni Boccaccio, o su habilidad para divulgar la propia obra, basándose en la decidida autopromoción personal: “Petrarca descubrió y practicó con genialidad un sistema óptimo para difundir una obra y unas ideas: asociarlas a una imagen atractiva del autor.” Y a destacar el imaginario sentimental centrado en su amada Laura, de identidad real algo imprecisa; y de igual modo la impenitente bibliofilia que marcaría su vida intelectual, o la mantenida fidelidad a la poderosa familia florentina de los Colonna.

El humanismo implicará una labor de actualización de los clásicos grecolatinos, en un decidido ejercicio de reelaboración lingüística y temática donde el autor del Cancionero alcanzará un excepcional protagonismo: “Para Petrarca, los antiguos han dicho cuanto decir se puede, y al humanista solo le toca recuperarlo y ponerlo al servicio de los modernos.” De nuevo la complementaria oposición entre el clasicismo y la modernidad. Este libro, cuyo autor acaso sea uno de los últimos humanistas en sentido estricto, nos devuelve, con rigor y amenidad, la inmortal figura de Petrarca, mostrando sus luces y sombras en un apasionante recorrido biográfico. Un volumen del máximo interés, de ineludible lectura para una mejor comprensión del mundo actual.

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