En las postrimerías del siglo pasado, los cuatro hermanos de la segunda generación Puig asumieron que había llegado el momento de ceder el testigo de la empresa a sus 14 hijos. Era la forma de ejecutar la quinta y última etapa que, según su padre, debía correr todo empresario: “dejar hacer”, dar un paso al lado. Pero antes de hacerlo, invitaron a esa nueva estirpe empresarial a que pensaran e hicieran una proyección de cómo creían que debía ser el grupo familiar una década después. Es probable que alguno de ellos hubiera visualizado la posibilidad de salir a Bolsa, una operación que se llegó a barajar ya en el año 2008 y que este lunes, tras responder últimamente muchos “no” a sabiendas de que era “sí”, se ha confirmado.