Seis meses de guerra por la supervivencia

Seis meses de guerra por la supervivencia

Han pasado seis meses de guerra en Gaza. Medio año desde que los terroristas de Hamás se infiltraron en territorio israelí y perpetraron una matanza cobarde, desalmada y miserable. Los bárbaros dejaron el mayor y peor rastro de sangre y dolor desde el holocausto con 1.200 asesinados, torturados y violados en un aquelarre de inhumanidad. Decenas de judíos fueron secuestrados y han padecido, y aún sufren muchos de ellos, un suplicio inimaginable en manos de los verdugos. La contienda declarada por el terrorismo a la democracia israelí ha llegado hasta hoy con un balance inasumible sobre el teatro de operaciones en que se ha convertido la franja. La devastación es abrumadora y la crisis humanitaria crítica pues la guerra hoy, y menos la urbana, no puede ser quirúrgica ni siquiera parecerlo. La experiencia es amarga y atroz, pero quedarse tan solo en ese trazo grueso sería hacerle el juego a la poderosa propaganda antisemita, fomentada y alimentada desde púlpitos internacionales sectarios y de reconocida inquina al estado hebreo, y depararía conclusiones tan simplistas como injustas. Israel nunca ha deseado ni ha buscado este conflicto, sino que le ha sido impuesto por grupos terroristas palestinos, con el concurso de la teocracia iraní y distintos feudalismos árabes. El propósito de estos no ha sido la victoria militar ni la conquista del territorio, sino el exterminio de todos los judíos. La misión de todo ese orbe fanático, con Teherán como eje y motor, se reduce a acabar el trabajo de Hitler y los nazis. Hamás, Hezbollah y demás grupos no luchan por la libertad, la vida y la prosperidad de los palestinos de la calle, a los que mantienen sojuzgados bajo un yugo infernal, sino que atizan el fuego de la guerra para que la hoguera del odio, el miedo, el hambre y el dolor de las víctimas alimenten su poder. Conviene recordar ahora para calibrar la firme y decidida respuesta de Tel Aviv a la carnicería de sus conciudadanos inocentes que no hubo voces palestinas ni árabes que condenaran el calvario del 7 de octubre, sino al contrario, lo festejaron. En occidente, la ONU y demasiadas cancillerías, como la española para oprobio nuestro, entre los terroristas de Hamás, que despachan elogios a Pedro Sánchez, y el único régimen de derecho de la región, se esconden cobardemente en la equidistancia para maquillar su pulsión antisemita, tan arraigada en buena parte de la izquierda, especialmente la española, que frivoliza hoy con el reconocimiento impostado de un estado que nunca existió porque así lo quisieron sus naturales. Hamás nunca admitiría manifestaciones como las que se desarrollan en Israel contra el Gobierno por el fin del conflicto y el acuerdo para el retorno de los rehenes, ni sancionaría a altos mandos por errores fatales en el campo de batalla. Seis meses de guerra son seis meses de fracaso y suplicio, pero Israel cumple con el deber legítimo de proteger a sus ciudadanos mediante la derrota de los verdugos que únicamente desean su aniquilación.

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