«Sentí pánico de que la cita para mi operación llegase cuando ya fuera demasiado tarde»

«Sentí pánico de que la cita para mi operación llegase cuando ya fuera demasiado tarde»

Para Olga López, los tres meses que la separan del que posiblemente será uno de los días más felices de su vida no están marcados por la emoción de hacerse la última prueba del vestido de novia o de confirmar los últimos invitados que la acompañarán a dar el sí quiero en su pequeña localidad asturiana. Para ella, cada día que pasa es un “infierno de dolor” y un recordatorio constante de la incertidumbre que rodea su salud y la urgencia de tener una fecha para su operación. Y es que, lleva desde mayo de 2023 a la espera de citas (con el especialista, con el cirujano…) para acabar con los cálculos que tiene en la vesícula y que, de media, tres veces al mes la obligan a acudir a Urgencias en busca de morfina o analgésicos intravenosos que le alivien el dolor.

“Desde que pedí cita con el especialista hasta que me vio, pasaron cinco meses. Posteriormente, pasaron otros cinco meses para que me viera el cirujano. Por lo que, voy a hacer un año esperando a que me operen y los dolores son cada vez más fuertes. A día de hoy, son peores que los de un parto. Además, no puedo dormir bien ni desempeñar muchas de mis labores profesionales o personales. Físicamente, me está desgastando mucho, pero mentalmente más”, asegura Olga.

Olga, a sus 34 años, lucha contra este intenso dolor y sus consecuencias anímicas deseando tener pronto la cita para ser atendida quirúrgicamente. De hecho, se debate entre la esperanza y la incertidumbre de saber si su boda será una realidad o un sueño aplazado.

El caso de Olga no es único. Refleja una realidad que enfrentan miles de personas en nuestro sistema de salud. En concreto, según los últimos datos aportados por el Ministerio de Sanidad sobre las listas de espera para operaciones no urgentes y para ser atendido por un especialista a 31 de diciembre de 2023, casi 850.000 ciudadanos están a la espera para someterse a una intervención en un centro sanitario de alguna de las 17 comunidades autónomas, Ceuta o Melilla.

Estas cifras marcan un nuevo récord de listas de espera. El más alto desde que hay registros. Uno de los datos más espeluznantes es que la lista de espera quirúrgica, con respecto a los datos de hace 6 meses, se ha incrementado en un 14%, llegando a una media de 128 días de espera (112 hace 6 meses). Otro dato destacable es el del acceso a los especialistas, cuya media en el momento actual es de 101 días, frente a 87 días hace 6 meses. Es decir, estaríamos hablando de más de tres meses. Y a estos habría que añadir posteriormente el tiempo necesario para hacer pruebas, los informes pertinentes, etc.

Cuando detrás de las estadísticas hay sueños y esperanzas

A veces, las cifras nos hacen caer en el error de convertir a las personas en estadísticas, pero no debemos olvidar que cada uno de estos 850.000 ciudadanos que guardan su turno para ser operados tiene detrás una historia con sueños, esperanzas y aspiraciones. “Es esencial que los sistemas de salud reconozcan que detrás de los números hay personas que tenemos ganas de vivir y necesidad de tener una vida sin incertidumbre, tranquila. Pero también deben reconocer que, si tardas un mínimo de nueve meses o un año en ver resuelto tu problema, algo está fallando. Porque la prioridad aquí debería ser garantizar que todos recibamos la atención que necesitamos en el momento que lo necesitamos”, reflexiona Fernanda Macías.

Ella sabe lo que es sentir miedo a que el turno para someterse a la cirugía le llegara cuando fuera demasiado tarde. Y es que, en su caso, esperó desde diciembre de 2020 hasta junio de 2022 para ser operada de una hernia abdominal estrangulada (hernia crural incarcerada izquierda) en el Servicio Extremeño de Salud. “Fueron 18 meses de mucha angustia porque me habían informado de que una hernia estrangulada puede ser muy grave e incluso mortal. Pero también tuve mucha dificultad para tener una vida normal porque sufría dolores muy intensos, infecciones de orina muy reiteradas, incluso no podía vestirme con la ropa que me gustaba por el tamaño que implicaba el bulto”, indica. Recuerda, especialmente, el percance que vivió el día de la cabalgata de los Reyes Magos del 5 de enero de 2022. “Quise ir a ver a mis nietos porque iban vestidos en las carrozas, pero tardé un poco más de la cuenta en volver a casa y sufrí un episodio de incontinencia urinaria”, explica.

Fernanda empezó a sentirse mal en noviembre de 2019. Tenía dolores en el estómago, pero su doctora lo achacó a la existencia de gases. “Incluso me hicieron una ecografía abdominal y no me vieron nada”, lamenta. Sin embargo, el 29 de abril de 2020, y pese a que los centros de salud se encontraban saturados por la pandemia, tuvo que acudir a Urgencias. Tras realizarle una ecografía, le indicaron que sufría una hernia crural incarcerada y comenzó su viacrucis de operaciones: la intervinieron quirúrgicamente el 30 de abril, el 3 de mayo para adhesiolisis y colocación de malla, y el día 8 de mayo por perforación intestinal y colocación de una nueva malla. “La malla se rompió. En la revisión del 16 de junio me pidieron un TAC abdominal para saber si estaba rota y, seis meses después, me lo confirmaron. Como consecuencia, había salido una hernia de 9 centímetros”, recuerda.

Ese mismo día, el 16 de diciembre de 2020, la incluyeron en la lista de espera quirúrgica. Sin embargo, casi un año después de no tener repuesta alguna, deciden reclamar. “El 24 de noviembre de 2021 tuvo entrada una reclamación que hizo mi hijo Antonio en la Defensora de Usuarios del Sistema Sanitario Público extremeño donde nos remitieron una carta de resolución en la que nos dan la razón de que se ha superado los tiempos máximos de espera y de que se ha vulnerado el derecho reconocido en los artículos 41 y 5.2 de la ley de tiempos de respuesta”, informa.

Finalmente, su hija Macarena decidió hacer público la angustiosa situación con una publicación en redes sociales. Dos meses más tarde, en junio de 2022, por fin fue operada. Y, aunque casi un año después, sigue a la espera de que la citen para la revisión de esta operación, ha vuelto a disfrutar de una vida normal.

El anhelo de poder llevar una vida normal

Volver a llevar una vida normal es el anhelo que actualmente tiene Angelines Izquierdo Gozalo. A sus 59 años, lleva 14 meses esperando que el Servicio Extremeño de Salud le cite para operarla de una rotura del tendón del músculo supraespinoso que le impide llevar a cabo tareas tan cotidianas como vestirse sola o continuar cumpliendo con sus responsabilidades en el negocio familiar. A nivel emocional, esta situación le ha llevado a una depresión. “Llevo un año prácticamente durmiendo sentada en la cama con los hombros apoyados en una silla con una almohada y así es como he podido dormir sin algo”, reconoce. Y añade: “Me siento inútil, muy limitada. De hecho, he tenido que contratar a una persona que nos ayude con las tareas domésticas y en casa de mis padres también hay otra persona contratada porque mi madre ya no es autónoma y era yo quien iba a ducharla y ayudarla”.

Todo comenzó en febrero de 2023. “Sufrí una caída y tuve un esguince de muñeca. Me escayolaron. Pero, al mes de quitarme la escayola, comencé a notar mucho dolor y este se extendía hasta el hombro y e provocaba debilidad en todo el brazo. Sin embargo, sin hacer radiografía ni nada, el médico me diagnosticó una tendinitis”, comenta. Este diagnóstico no la convenció y decidió realizarse una ecografía en un centro de salud privado. “Fue cuando supe que tenía roto el tendón del músculo supraespinoso, que tenía una rotura bastante considerable en todo el espesor. Mes y medio después me lo confirmaron en la seguridad social”, explica. Y añade: “Sin embargo, no me derivaron al traumatólogo, sino al médico rehabilitador. Me extrañó muchísimo y pregunté a algunas personas de mi alrededor vinculadas con la sanidad y me explicaron que hay tanta lista de espera en Traumatología que están derivando a los pacientes que pueden al médico rehabilitador para reducir las listas de espera”.

Ocho meses después de pedir cita, visitó al especialista en rehabilitación y este la terminó derivando a Traumatología. “Fue el 5 de enero. Para ganar tiempo, me pidió una resonancia magnética, pero había pasado tanto tiempo que surgió un agravante: yo me había notado un bulto en el codo y pensé que era un hinchazón o líquido de la lesión del hombro. Pues no. Era un lipoma o, supuestamente, lo es porque todavía no sé el resultado de la prueba”, lamenta.

El 5 de marzo de este año, por fin, tuvo la consulta de Traumatología. “El siguiente paso es la intervención quirúrgica. De hecho, la traumatóloga me ha dicho que tengo una retracción de un centímetro y que es el momento adecuado para operar, pero hay una lista de espera de dos años. A mi suegra, por ejemplo, le operaron hace quince días para ponerle una prótesis de rodilla y llevaba tres años esperando. Por lo que, posiblemente, cuando me toque, la operación será mucho más compleja o, incluso, no se pueda operar. Entonces, ¿qué hago?”, se lamenta Angelines. Por el momento, ha recibido infiltraciones en el hombro que le han calmado el dolor. Sin embargo, ella es consciente que este alivio no es definitivo. Necesita una operación urgente.

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