‘¿To pa na?’

‘¿To pa na?’

El pasado miércoles, a las siete de la tarde, la hora en que la gente vuelve a casa del curro y se dispone a desconectar la neurona hasta el día siguiente, Pedro Sánchez, cabreado y/o deprimido por el acoso a su esposa por parte de las derechas, decidió plantarse, hacerle ghosting a la ciudad, al país y al mundo y desaparecer del mapa hasta nueva orden. Escribió una carta de su puño y tripas con laísmos, redundancias y gramática de cinco pelado en un examen de Lengua de la ESO. La escaneó. La adjuntó a un tuit de su cuenta de presidente del Gobierno en la red social X. Le dio a publicar. Y se retiró a reflexionar sobre su futuro, y el de España, hasta el lunes dejando con tres palmos de narices a su partido, a sus socios de Gobierno, a la oposición y a todos sus compatriotas sin excepción, sin encomendarse a Dios ni al diablo. Vinieron entonces cinco días de vértigo, infinitas cábalas de los Pedrólogos, esa ciencia imposible, intentando meterse en la cabeza de Sánchez, y cierta vergüencita ajena hasta de los más partidarios viendo a ministros y ministras llorando cual gruppies suplicándole al líder que no les dejara solos e inermes ante el enemigo al grito del Pedropedropedropedropedropé de Raffaella Carrá y el Quédate de Quevedo.

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