Atreverse a nombrar

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El pasado 8 de abril murió el exlehendakari José Antonio Ardanza y las crónicas recordaron la importancia del pacto de Ajuria Enea que él fraguó, porque pretendió la deslegitimación social del terrorismo y, más que eso, porque un acuerdo así parecía imposible. Fue a principios de 1988 y España acababa de asistir al entierro de las 11 víctimas que provocó ETA en la casa cuartel de Zaragoza con un coche bomba cargado de 250 kilos de amonal. Cinco de las fallecidas eran niñas. Unos meses antes, ETA había atentado en un Hipercor de Barcelona en su mayor matanza. Aquel año 1987, los terroristas mataron a 41 personas.

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