Dejad que empiece con una anécdota que aconteció en una comida en un restaurante con un grupo de amigos, donde el vino corrió y no se reparó en gastos. Todos dábamos por hecho que la cuenta se pagaba a pachas. Mejor dicho, casi todos. Cuando llegó la dolorosa, uno de los comensales soltó una frase que no olvidaré: “Yo pongo 15″. El tipo, que era abstemio y solo bebió agua, había hecho los cálculos de lo que le correspondía abonar, y se plantó en esa cifra, inferior a la del resto. Hubo que rehacer divisiones, ajustar pagos y recoger varias mandíbulas del suelo.