Todo comenzó con una letanía. “Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. El reloj giraba la aguja de los minutos con un temblor metálico. “Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Un gallo cantó en el corral del patio, ajeno a lo que ocurría dentro. “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”, repitieron siete voces de mujeres a coro. “Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos”, contestaron otras siete. Alguien empezó a recitar el misterio del bautismo de Jesús en el río Jordán. El reloj emitió la melodía de las 13.15. Nadie le hizo caso. Después tocaron las bodas de Caná y el resto de los misterios establecidos para aquel día. Era jueves, y los jueves se recitan los misterios luminosos. Sea el mes que sea. Sea el año que sea. Haga calor o haga frío.