Criticarle es convertir la democracia en un lodazal

Criticarle es convertir la democracia en un lodazal

Alas 11 horas de ayer, lunes 29 de abril y fiesta de san Pedro Mártir, Pedro Sánchez dio por finalizado su periodo de reflexión y comunicó su decisión de continuar con el martirio que comenzó mediante una moción de censura hace casi seis años. Lo hizo para garantizar la «calidad de nuestro sistema democrático amenazado por la corrupción del PP». Para ello, entre otras promesas para «regenerar la democracia» garantizó la transparencia como uno de los pilares de su gobierno. Con seis años ha habido tiempo para comprobar el fruto de esa moción regeneradora, con una crisis sin precedentes de esa democracia que venía a salvar, con tics propios de un autócrata.

Criticar a los jueces, ocupar todas las instancias estatales, CIS, INE, etc., colocar en el Tribunal Constitucional a exministros y altos cargos suyos o en la Fiscalía General del Estado a una exministra de Justicia, son una muestra del concepto que tiene de lo que es la división de poderes. En cuanto a los medios de comunicación, instrumento esencial para la pluralidad democrática, son destinatarios de sus más duros reproches al considerar que las críticas que recibe son parte de una campaña continuada de la derecha y la ultraderecha por no aceptar un gobierno «progresista» como el suyo. En cuanto a los ataques que recibe su mujer, son de aquellos que no aceptan la igualdad de la mujer, a la que quieren ver relegada en la «actividad meramente doméstica». Tras tomarse una licencia durante cinco días –unos «begoños»– en un acto insólito en una democracia, ha comparecido para reafirmar su firme voluntad de hacer frente al lodazal en que han convertido la vida pública los reaccionarios instalados en la política, la justicia y los medios de comunicación. Anuncia que su decisión es un «punto y aparte» en su acción al frente del Gobierno. Ya se vio en estos días en que consiste ese «punto y aparte» en un programa de la TV pública con la Intxaurrondo y una tertuliana de la cuota de Pablo Iglesias, que abogaba sin oposición ninguna, por el control de los medios de comunicación y de la justicia. En cuanto a la transparencia, basta decir que para Sánchez, criticarle a él (o a su esposa) es atacar la democracia. Sin duda, genuino modelo del autócrata que pretende emular a la Monarquía absolutista y a su mejor representante Luis XIV, con su afirmación «l’ Etat c’est moi», «el Estado soy yo»: la democracia es él. Con acierto Feijóo le acusa incluso de pretender convertir al Rey en «actor secundario» de su magno espectáculo autocrático.

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