¿A quién no le va a gustar un hojaldre con sus capitas crujientitas y su saborcito a mantequillita? A nadie. Lo que no nos va a gustar tanto es prepararlo en casa, porque, reconozcámoslo, no es tarea fácil (aunque tampoco imposible: solo hace falta tiempo, paciencia y aceptar el fracaso las primeras veces que se intenta). Las masas preparadas de supermercado tienen tanto éxito precisamente por su nula dificultad: no tienes más que hornearlas con los añadidos que te salgan de la jijonenca y están listas.