Cuentos de terror

Cuentos de terror

En el PSOE están atemorizados con Carles Puigdemont. Siempre se replica en la realidad lo que relató Mary Shelley en «Frankenstein», que quien crea un monstruo, suele terminar devorado por él. En el verano de 1816, cinco amigos de Inglaterra se reunieron en casa de lord Byron junto al lago Lemán. La idea era hacer excursiones bucólicas y pasear en barca, pero el volcán Tambora erupcionó violentamente en Indonesia, en la otra punta del mundo, de modo que el verano desapareció, anegado por fríos y tormentas constantes que obligaron al grupo a permanecer en casa, en torno a un fuego desolador. A Byron, dado a ideas febriles y creativas, se le ocurrió entonces desafiar a sus amigos a escribir cuentos góticos y de aquella idea surgieron relatos imperecederos, como «El vampiro» de John Polidori (precursor del Drácula de Stoker) o el embrión de «Frankenstein» de Mary Shelley. Los monstruos de la razón nacen de las desgracias y, en España, la desgracia ha sido la llegada de un individuo sin escrúpulos al poder, que ha convertido en omnímodo su dominio en todas las esferas, política, judicial, administrativa y mediática.

El mismo que pactó con Mariano Rajoy la implementación del artículo 155 en Cataluña, para frenar el golpe de Estado, ha perdonado ahora al golpista y espoleado el independentismo. El resultado es Puigdemont como héroe popular, «víctima exiliada del centralismo», cabalgando a lomos de Moncloa para regresar triunfante a la arcadia catalana.

Decía Carmen Morodo en estas páginas que en el PSOE están atemorizados porque, en el final de campaña, Carles Puigdemont pueda regresar a España, hacerse detener y dar con ello un quiebro magistral a las elecciones, a su favor. Si no fuese trágico lo que nos está pasando, es para troncharse de risa. ¡Los socialistas devorados por su propia quimera! Me resulta difícil imaginar la vuelta del cobarde y menos teniendo que pasar por la cárcel (las amnistías las carga el diablo y ni él se fía de Sánchez). Pero ya ha dicho que dejará la política si no gana, y eso supone perder la inmunidad y muchos privilegios… Quizá tiene sondeos que indican que, si va de órdago a la grande, le apoyarán muchos de ERC y todos los de las candidaturas secesionistas radicales de Clara Ponsatí y Silvia Orriols, cabezas respectivamente de «Alhora» y [[LINK:EXTERNO|||https://www.larazon.es/elecciones/cataluna/alianca-catalana-ultraderecha-independentista-amenaza-efecto-puigdemont_202403276603148a09990300014b4d53.html|||«Alianza Catalana»]] (recién nacidas pero antiquísimas en su secesionismo ultranacionalista, que también se presentan a estas elecciones).

El fugado se ha mudado a 30 kilómetros de la frontera y Salvador Illa siente su aliento en la nuca. Es difícil que Illa pueda gobernar a solas y con toda probabilidad tendrá que pagar tributo a sus socios en Madrid, sea pactando con Esquerra o Junts. Pero además, el programa reformista del PSC –mejor sanidad, planes económicos, lucha contra la sequía, regreso de las empresas– necesita, para ganar votos, de cierta saturación ideológica de un electorado cansado de luchar por quimeras «indepes». Si, por el contrario, Puigdemont reaviva el ideal nacionalista, Illa quedará tocado. Para construir una Cataluña práctica, centrada de nuevo en su desarrollo y en las cosas de comer, el PSC necesita que Puigdemont sea olvidado allende los Pirineos.

Sánchez nos ha vendido la amnistía como un medio de «pacificación» catalana, pero él mismo se ha metido en su carrera electoral el caballo de Troya de Waterloo. ¿Qué pacificación puede haber si la clave de las elecciones es el mismo tipo que rompió con el Estado y la Constitución, que partió Cataluña en dos y obligó a suspender la autonomía?

España está en plena tormenta y nuestro presidente poeta ha pedido a sus amigos que escriban relatos de terror. Están todos en ello: Otegui, Puigdemont, Conde Pumpido y hasta Iglesias, que ha vuelto a intentar resucitar el cadáver de Podemos. Ni el cambio climático pudo replicar mejor las noches sin sol del Lago Lemán.

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