La emboscada de Tongo Tongo (Níger), el 4 de octubre de 2017, en la que murieron cuatro soldados estadounidenses, suscitó un fuerte debate en la Administración de Donald Trump sobre la presencia y el tamaño de su contingente en África. Fue la mayor pérdida de uniformados en el continente desde la batalla de Mogadiscio (Somalia), en 1993. Casi siete años después de la matanza en suelo nigerino, perpetrada por la rama saheliana del Estado Islámico, no es Estados Unidos quien se plantea mantener o retirar a sus soldados, sino que son los países de la región los que han pedido a los militares foráneos que hagan el petate y se marchen. Después de que las juntas militares de Malí, Burkina Faso y Níger expulsaran el pasado año a las fuerzas francesas de su territorio tras su acercamiento a Rusia, ahora es el turno de EE UU.