El junco y el cristal

El junco y el cristal

Las jornadas de reflexión que se ha dado Pedro Sánchez para saber si le merece la pena seguir siendo presidente del Gobierno le parecen a Lucía la expresión más precisa que puede regalarnos la histérica política patria de eso que se llama fragmentación. Dice su amiga Mari Cruz que Sánchez ha hecho como ella cuando quería de pequeña llamar la atención: pataleta, me enfado y ahora no como. Pero cree Lucía que tampoco esto de la carta y el aviso es tan infantil, tan simple.

Supone que los cuatro días de reflexión, que anticipa se tomará con su esposa para decidir si sigue adelante o no, servirán para sopesar los pros y los contras, los precios y los desgastes, la intensidad de las heridas y los remedios para suturarlas. Una cuestión personal, según sostiene y mantiene a lo largo de la carta. Toda ella, si se lee con atención, y Lucía lo ha hecho varias veces, está plagada de alusiones a su situación personal, su estado de ánimo, su capacidad de resistencia. El hombre que tituló su exitosa y sorprendente autobiografía «Manual de resistencia», se quiebra como un cristal cuando la fuerza de los elementos le alcanza la frontera de los territorios privados. Comprensible, legítimo, hasta plausible. Una mínima dosis de empatía permitiría ponerse perfectamente en el lugar de Pedro Sánchez: si lo que más quiero se ve salpicado por los manejos de un arte innoble, mejor me aparto del ejercicio de ese arte.

Pero sucede que en la ecuación que plantea el presidente falta algún término y sobra alguna incógnita. De entrada, cómo es posible que sea la acción de la Justicia, en la que el propio Sánchez insistió en creer ciegamente en su última comparecencia pública antes de la carta, lo que desencadene esta tormenta perfecta. La fe en la Justicia (con mayúsculas) implicaría confianza en que el proceso iniciado no tendría el menor recorrido judicial, dada la inocencia de su pareja, víctima de una supuesta agresión sin justificación ni precedentes. Además, el sonoro rasgarse de vestiduras que la decisión de parar para decidir ha provocado entre sus próximos por el hecho de que la base de la denuncia fueran titulares de prensa, choca con la expresión de consistencia que otorga a la prensa el Gobierno cuando ésta señala y denuncia hechos o datos que afectan al nombre o la reputación de los del otro lado. O cuando la utiliza para difundirlos. La prensa, como la justicia, como las instituciones internacionales o las tertulias tabernarias tienen base y criterio solo si me dan la razón o se sitúa en mis posiciones. Incluso la propia prensa se aplica el cuento: a Lucía le parece divertido que haya periodistas que se escandalicen y señalen la debilidad de los titulares como fuente de verdad. ¿Qué concepto tienen de su propio oficio?

Trabajamos con la Verdad (también con mayúsculas), se supone que la buscamos, como hace asimismo la Justicia, ¿vamos a enfangar ese camino si nos lleva a territorios incómodos o directamente inaceptables? ¿Hay que cuestionar la acción de poderes cuya responsabilidad es contrapesar a los gobiernos e instituciones públicas si no se mueven a nuestro favor?

Parece ser que sí, observa Lucía, a juzgar por la dimensión de la desconsolada respuesta, del sonoro estrépito que la carta ha provocado entre partidarios y votantes de Sánchez y del resto de partidos de la coalición que participa en el gobierno o lo sostiene. Están enarbolando nada menos que la Democracia, porque lo que está en juego en este momento es la propia vigencia del Sistema Democrático. Ante lo cual, Lucía se pregunta cómo se puede defender que lo de Sánchez es una cuestión personal, de un hombre roto que no puede más, de una persona acosada hasta el agotamiento, y al mismo tiempo salir a la calle para participar en una sonora respuesta de ánimo que le saque de la cabeza la intención de irse. Si no puede más, si está al borde, ¿cambiará de opinión si salimos a la calle a prestarle nuestro apoyo? ¿No es humano? ¿Acaso no sangra si le pinchan, o se ríe si le hacen cosquillas? Y de ser así, ¿a qué la sonora movilización que estamos viviendo desde el mismo jueves?, ¿no sería dejarle en paz lo razonable? A decir verdad, Lucía encuentra ciertas trazas de reivindicación de caudillo en esta reacción que identifica su permanencia con la Democracia y la crítica al líder con la Mentira.

Lucía está convencida de que el proceso judicial a la esposa de Pedro Sánchez no irá más allá de la denuncia. Como también de que tanto este caso como el de la pareja de Díaz Ayuso son herramientas que utiliza la política como flechas incendiarias al corazón o a las piernas del adversario. Porque cree firmemente en la Justicia y cada vez lo hace menos en la Política, o al menos en la política presente.

Tiene Lucía la impresión, pero es sólo una idea y quizá equivocada, de que esa humana expresión de fragilidad y quiebra como si fuera un cristal ante algo que todos podemos entender, terminará mostrándose como el movimiento táctico de resistencia del junco ante la marea, ida y vuelta para regresar más fuerte y más en su sitio. Pero puede equivocarse. Cualquier sabe.

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