Lo primero que aparece es una colonia falangista construida por presos republicanos. Corre el mes de enero, y las obras para la ampliación de la línea 11 de metro empiezan a toparse con monedas de Franco, soldaditos de plástico, canicas, pistolas de juguete o suelos de loseta o cemento que recuerdan la vida humilde de las casas que un día se levantaron alrededor de la calle Generalísimo en lo que hoy es el parque de Comillas de la capital. Los operarios se encuentran entonces con algo más inquietante. Huesos. Huesos humanos. De dos adultos y un niño. Una investigación posterior, a la que ha accedido EL PAÍS, aumenta el misterio que los rodea: por ello acaban llamando la atención de la Policía Nacional.