Excusas, pelos y, menos mal, Gündogan

Excusas, pelos y, menos mal, Gündogan

Fue tras el primer Clásico de la temporada cuando Ilkay Gündogan se presentó ante los medios de comunicación desplazados a Montjuïc y se puso a practicar la autocrítica, como los hippies. Nos quedamos todos petrificados. Nadie sabía qué hacer, cómo gestionar aquel arranque de sinceridad con acento germánico, que siempre impone más, hasta el punto de que el socio y aficionado culé con al menos 20 años de antigüedad se quería morir. Directamente. Sin paliativos. ¿Dónde se había visto cosa semejante? Le cayeron tantos palos al centrocampista que no volvió a abrir la boca hasta ayer, de nuevo el encargado de poner a su equipo frente al espejo y frenar la tentación de denunciar un nuevo contubernio.

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